viernes, 18 de noviembre de 2016

Cole Porter, una ilusión cumplida


COLE PORTER, UNA ILUSIÓN CUMPLIDA

El pasado sábado 5 de noviembre el septeto liderado por Jose Balastegui presentó su original Homenaje a Cole Porter, ante un público que abarrotó el  Teatro Apolo de nuestra capital. 


Ser imparcial al escribir sobre un concierto con grandes amigos en el escenario no es nada fácil. Pero el proyecto del septeto de Jose Balastegui con su Homenaje a Cole Porter merece el esfuerzo, porque su ardua labor ha dado como resultado un producto musical delicioso y de gran calidad.

Como el mismo Balastegui comentó en su presentación, Porter tuvo la desgracia de ser coetáneo de Irvin Berlin, George Gershwin o Jerome Kern, y en su momento no obtuvo el reconocimiento merecido. Lo ha ido logrando con el tiempo y actualmente no existe músico de jazz que no haya interpretado algún tema suyo. Lo han interpretado Sinatra, Miles, Coltrane o Ella Fitzgerald, por nombrar cuatro de los más grandes. Uno de los imprescindibles del cancionero popular norteamericano. Su “Begin the begine” sería un ejemplo que conocen hasta los más profanos.

El concierto se inició con una versión instrumental del “All of you”, a modo de presentación de la banda, donde cada solista tuvo su espacio.
La cantante Sara Marcos entro a escena con un alegre arreglo del “You do something to me”, que le ayudó a romper el hielo. Gran responsabilidad poner voz a este ambicioso proyecto para quien hasta el momento solo había tenido experiencia en jam sessions y alguna colaboración con la Clasijazz Big Bang Swing and Funk. Os aseguro que superó con creces todas las expectativas.
Prometían dar un aire diferente a cada arreglo, y la versión “Night and day” – en la que presentaron al percusionista Juanjo Simón – demostró que iban en serio, llevándola a un terreno ‘funk’ donde destacaría al batería Miguel Canale, cuya progresión está siendo espectacular.

La visión del “I love Paris” nos transportó al latin-jazz, donde subrayaría la labor al contrabajo de Gines Peregrin, y el solo de piano de Arturo Almécija, más libre, mas coltraniano. El solo de percusión de Simón hizo volver al sabor latino. La bossa también tuvo presencia con la versión del “I concentrate on you”, con Balastegui empuñando la flauta travesera y, momento mágico de la noche, esa bella intro de Almécija, que dio pie al “Just one those things”, empezando solos piano y la preciosa voz de Sara, cogiendo después derroteros mas swing.

Emocionante la presentación del “Let´s do it (let´s fall in love)”. Sara reconoció que, tras escucharla por Kim Basinger en la comedia “Ella siempre dice sí”, soñó con interpretarla alguna vez en un escenario como ese.
La primera parte acabó con el “So in love” con aires de funk suave, pero como en todo concierto de jazz tiene cabida una balada clásica, de esa forma dieron comienzo a la segunda parte con “Every time you say goodbye”. Especial lucimiento del líder y arreglista del septeto, Jose Balastegui, aquí con el tenor, pero que no dejó en todo momento de demostrar su dominio en todo tipos de vientos, alternando entre saxos, clarinete y flauta.

Con cambio de vestuario espectacular Sara volvió al escenario, y retorna el swing de corte más clásico con “I´ve got you under my skin”, estilo que también aplicaron a “What´s is this thing called love” o “I love you”, uno de mis preferidos de Porter, quizás por una maravillosa versión Bill Evans.
Sin embargo, “Easy to love” mostraba un claro ritmo de samba brasileña, un piano eléctrico muy sesentero y cierto aire flamenco con la flauta.

De la sensual “My hearts belong to daddy” destacaría la sensibilidad y buen gusto de Jose Granados a la guitara, una constante durante todo el concierto, así como en todas sus intervenciones como solista. También de gran belleza y misterio estuvo rodeada la versión de “Get out of town”, cercana al bolero, con una preciosa y sutil percusión de Simón.

Con el celebérrimo “Love for sale”, donde nuevamente salieron a relucir los ritmos latinos, y con nuevos lucimientos de los solistas, se cerró el concierto.
La petición del bis no se hizo esperar, con un “meddley” del famoso “I get a kick out of you” con “In the still of the night”.

Magnifica noche de jazz en el Teatro Apolo, tras la que puedo afirmar que ha surgido un nuevo proyecto de gran calidad en nuestra ciudad que sinceramente espero tenga la continuidad que merece.



domingo, 13 de noviembre de 2016

El jazz de gran formato inunda Roquetas


EL JAZZ DE GRAN FORMATO INUNDA ROQUETAS

Los días 28 de octubre y 4-5 de noviembre Roquetas se inundó de jazz. De entre de la múltiples actividades de su estrenado festival, destacaron los grandes conciertos en su Teatro-Auditorio.

No son buenos tiempos para el jazz, o quizás nunca lo han sido en este país. Por desconocimiento, muchos tuercen el gesto solo con escuchar ese término: jazz. Por eso se valora mucho más el nacimiento de un nuevo festival, y Roquetas de Mar ha apostado por ello organizando su “I Festival Internacional de Jazz”. Lo ha hecho a lo grande, con tres conciertos maravillosos, dos big bands y una orquesta sinfónica. Ardua tarea resumir tanta buena música en una página.

El festival comenzó con el pianista valenciano Albert Sanz y su último proyecto, llamado L´emigrant, una serie de composiciones basadas en su experiencia tras una temporada en Suiza. Temas impecablemente arreglados e interpretados por Sedajazz Big Band, una fábrica de buenos músicos que debería existir en cada ciudad si nuestra pobreza cultural no fuese tan acusada.

Comenzaron con el sarcástico Movilidad exterior — aludiendo al eufemismo usado por la ministra Báñez para no decir emigración — como intro al fantástico L´emigrant, pieza fundamental del proyecto, donde pudimos disfrutar de los estupendos arreglos y la compacta sonoridad de la Sedajazz.
Más cercanos al free, Fuga de Cerebros — con duelo incluido entre el saxo de Vicente Macián y el trombón de Víctor Colomer — o Foret, dedicado al trompetista Voro García, gran protagonista del tema. También hubo espacio para temas de corte más clásico, entre el swing y el bop, como Bird´s Eye — dedicado a un club de jazz de Suiza —, Levando anclas o la preciosa y "ellingtoniana" Lisboa adormece. Y muy especiales las intervenciones del cantante Carles Denia, que comenzó con Si De Vora Meu Un Dia, incluida en el disco. Su voz rasgada y aterciopelada — con ciertos tintes andaluces aun cantando en valenciano — cautiva de inmediato, como se demostró en Quina plaent vesprada al lit o en Del destí en ticn prou de saber, con la que terminaron el concierto; ambos temas con arreglos inéditos de Sanz estrenados justo esa noche.
La primera parada del festival me dejó con un fabuloso sabor de boca, y esperando con ansia el siguiente concierto.
Pero lo de siete días después fue de un nivel de excelencia equivalente. En este caso el jazz y lo clásico se daban la mano. Afortunadamente está desapareciendo esa separación entre los músicos de ambos mundos, en favor de la música con mayúsculas. La gran protagonista de la noche era la Orquesta FIMA, dirigida por Emilio Fenoy, y comenzaron con el que para mí es uno de los mejores pianistas de la actualidad: Marco Mezquida. La obra, un clásico que mezcla de forma genial el jazz con la mal denominada “música culta”, Rhapsody in blue, de George Gershwin, incluye algunos maravillosos fragmentos improvisados por Mezquida. Tras ella, Marco nos regaló unas variaciones improvisadas sobre la famosa melodía de La tarara que volvieron a dejarnos sin aliento.
Casi sin tiempo para recuperarlo llegó el momento de ese cuento musical llamado Journey into Jazz, de Gunther Schuller; recuerda a Pedro y el lobo, de Prokofiev, pero relatando el proceso de introducción de un joven músico en el universo jazzístico. Preciosa fábula sonora, perfectamente narrada por Pablo De Coupaud, que demuestra que no basta el estudio y dominio del instrumento para ser músico de jazz. Se sumaron a la orquesta un quinteto formado por Antonio González, Bori Albero, Ramón Prats, Voro García y Sergio Albacete; estos dos últimos fueron los más destacados por sus diálogos instrumentales.
Como colofón, algo muy difícil de escuchar hoy en día. Al revolucionario Charlie Parker en un momento de su carrera le apeteció grabar con una orquesta de cuerdas, y el polémico experimento quedó para la historia en unas magnificas grabaciones: Parker with strings. Nuestro Parker particular fue el fantástico Antonio González, que calcó al maestro — algo nada fácil — en perfecta conjunción con la orquesta, y nos regaló algunas de esas joyas, como Just Friends, I´ll remember April, East of the sun o Easy to love.
Al no poder asistir al Epitaph de Mingus con la Double Big Band de Clasijazz no puedo relatarlo, pero si tocaron igual de bien que en su estreno, justo hace un año, apuesto a que fue genial.
Larga vida al recién nacido festival de jazz de Roquetas de Mar y esperamos con ansia su segunda edición.
Ramón García es pianista, compositor y arreglista de Almería. Más en ramongarciamusic.blogspot.com



domingo, 28 de agosto de 2016

Donde estabas entonces...: Serrat, en tránsito hacia otras músicas

Joan Manuel Serrat: 25-08-1982 - Recitales De feriaSerrat, en tránsito hacia otras músicas

Serrat no era sólo un buen cantante y poeta. También supo modernizar su música y acercarnos al jazz a unos cuantos jóvenes en los ochenta.

Calurosa noche de feria de un ya lejano 1982. Mi amigo Jose Granados y yo nos dirigíamos a la Plaza de la Constitución, lugar que ya empezaba a quedarse pequeño para ese tipo de eventos, para presenciar un concierto al que nadie más de nuestra cuadrilla juvenil debió de querernos acompañar. Un recital mágico que acabó marcándonos como músicos y como personas.
Si hubo algún momento de descubrimiento musical en toda su amplitud, es muy posible que nos ocurriese en ese año, y que gran parte de culpa la tuviese ese tal Serrat o, para ser más exactos, los músicos que lo acompañaban. 
Visto con perspectiva, es posible que aquellos dos chavales que no perdían detalle de todo lo que ocurría en ese escenario fuésemos un poco 'frikis', término no tan popular en aquel momento. Éramos unos bichos raros que gastábamos hasta nuestra última peseta en todo lo que oliese a música: discos, conciertos o instrumentos. Ya intuíamos que iba a ser algo importante en nuestras vidas. Y esa noche lo fue, ¡¡¡ vaya si lo fue!!!
Serrat había editado su 'En tránsito' sólo un año antes; obra que con el tiempo se ha convertido en un clásico, pero que en aquel momento solo era su nuevo disco. Un trabajo en el que dejaba algo de lado su vena romántica y, aún con el gusto y exquisitez que le caracteriza, soltaba a los perros y no dejaba títere con cabeza en algunas de sus letras.
No recuerdo con exactitud el repertorio de aquella noche, máxime por el hecho de ser la primera pero no la última vez que lo vimos en aquella década, pero pondría la mano en el fuego por que sonaron clásicos como 'Fiesta', 'La saeta', 'Mediterráneo', 'Aquellas pequeñas cosas' o ese tango de Enrique Santos Discépolo que tanto le ha gustado siempre cantar, 'Cambalache'. Y tampoco faltaron sus homenajes a los poetas Machado y Hernández, con 'Cantares' y 'Elegía a Ramón Sijé', respectivamente. 
Pero nosotros disfrutamos más con las de reciente creación, maravillas como aquella instancia hecha canción, 'A quien corresponda'; ese bofetón al 'yuppie' llamada 'A usted'; el homenaje a un Miguel Gila vivo aún en aquel momento, con 'Esos locos bajitos'; la romántica —sin caer en la horterada— 'No hago otra cosa que pensar en ti'; o esa joya de kilométrico nombre titulada 'Uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo que dice conocer un tipo que un día fue feliz'.
En ellas era donde más destacaba la influencia de los tremendos músicos que lo acompañaban, liderados por un Ricard Miralles al piano que sobresalía por su destreza con las teclas y su tremendo swing.
Nuestro descubrimiento del jazz como música primordial comenzó en noches como esa, porque el jazz es una música de directo. Jose me recordaba cómo nos sorprendió que el batería, Francesc Rabassa, tocase mientras leía una partitura, algo que nosotros, en nuestra ignorancia juvenil, asociábamos solo con la música clásica. Y cómo le fascinó el buen hacer del guitarrista, Albert Cubero. 
Estaban claras nuestras preferencias, pues él no perdió detalle de las manos de Cubero, mientras que a mí me giraba la cabeza el virtuosismo pianístico de un Miralles en su mejor momento. 
No teníamos muy claro aún de qué planeta provenían esos músicos, pero nos percatábamos de las sonoridades que lograban, los ritmos o la precisión en los arreglos. Poco tenía aquello que ver con el pop y el rock que escuchábamos habitualmente. Ahí se escondía algo más.
No podemos asegurar si ocurrió esa noche, o en una similar de un concierto posterior del mismo Joan Manuel, pero tras terminar el recital y estando todavía en ese estado de levitación en el que te deja tal aluvión de buena música, pusimos rumbo al mítico Georgia Jazz Club, para que las estridentes músicas fiesteras que rodeaban la ciudad en esa noche de feria no rompiesen el hechizo en el que andábamos sumidos. Y allí estábamos, comentando la jugada, cuando apareció por el local Ricard Miralles. Se nos sentó casi al lado, pero nuestro pudor juvenil nos impidió reunir el valor suficiente para dirigirle la palabra y felicitarlo por el concierto. 
Esa noche solo compartimos cenicero con el maestro y ya nos fuimos felices para casa.
Agradezco a Jose Granados, amigo y compañero musical en mil y una batallas, la ayuda prestada para recordar esa mágica noche.



viernes, 26 de agosto de 2016

Donde estabas entonces...: Alan Parsons Project, recuperando el misterio y la imaginación

CONCIERTO ALAN PARSONS, 13-08-1997

Alan Parsons Project, recuperando el misterio y la imaginación

En agosto del 97 recaló por nuestra ciudad Alan Parsons para hacernos disfrutar a los que crecimos con sus míticos discos en aquellos maravillosos años de adolescencia


Contar con escasos trece años y escuchar lo que a finales de los setenta hacía Alan Parsons Project marcó mis preferencias musicales de por vida. Y si a mi amigo Paco Clares y a mí nos dicen, en aquel 1979 en que disfrutábamos embelesados del flamante y recién editado 'Eve' o del misterioso 'Pyramid', que años más tarde íbamos a poder acudir a un concierto de semejante banda en nuestra ciudad, habríamos pensado que se trataba de una broma. Pero casi con veinte años de espera tuvimos la ocasión de disfrutarlo y, lo que es mejor, juntos.
Mucho había llovido desde que aquel joven Parsons empezó su carrera como ayudante en los estudios de la EMI situados en Abbey Road, donde The Beatles grababan su epitafio musical. Poco después, en 'Dark Side of the Moon' fue responsable de llevar a buen puerto las locuras progresivas de unos Pink Floyd en estado de gracia. Inició su propia andadura asociándose con otro genio, Eric Woolfson, y dando forma a su Project. 
Su debut, el mítico y sinfónico disco dedicado a la obra de Poe, marcó mi adolescencia, así como los sonidos adelantados al tecno de algunos temas del 'I Robot', el antiguo Egipto de 'Pyramid' o esas inquietantes mujeres de 'Eve'. Discos conceptuales llenos de maravillosas composiciones, brillantes músicos y un sonido impecable. Con los años no bajó la calidad, pero sí nuestro nivel de asombro, y los siguientes trabajos calaron menos en mi ranking particular de obras maestras. Y así llegamos a ese 'On air' que lo trajo hasta nuestra Almería, una obra con una temática relacionada con la aeronáutica, como ya dejaba bien claro el globo de su portada.
Una cierta incredulidad nos acompañaba de camino al recinto de verano de la Avenida del Mediterráneo. No terminábamos de creer que íbamos a escuchar en directo algunos de esos clásicos que marcaron nuestra adolescencia. Pero allí estábamos, sin perder detalle, intentando adivinar qué músicos le acompañarían, puesto que el Project se caracterizó siempre por la calidad, pero también por la variedad de sus colaboradores. Woolfson ya había abandonado la nave, y había sido reemplazado a nivel compositivo por Ian Bairnson, fantástico guitarrista del Project desde los inicios. También estaba allí el no menos mítico Stuart Elliott en la batería. El propio Parsons presidía el escenario desde una tarima donde tocaba la acústica, el teclado o hacia algunos coros, ya que el protagonismo de Alan siempre estuvo más cerca de la parte técnica —básicamente es ingeniero de sonido—, dejando el virtuosismo en manos de sus acólitos.

Recuerdo nítidamente el tema inicial, nada menos que '(The System of) Dr. Tarr and Professor Fether'. Empezar con algo del 'Tales from mistery and imagination' era un buen augurio. Dejaba claro que no olvidaba las obras de sus inicios, aunque lógicamente dio un repaso a su discografía, hasta ese flamante 'On air', del que cayeron unos cuantos, como la bella 'Blue blue sky' o la triste 'Brother up in heaven', dedicada a un familiar de Bairnson fallecido años antes en la guerra de Irak.
Si no me falla la memoria, sonaron temas como 'I Wouldn't Want To Be Like You', 'Can’t Take It With You', 'Games people play' o 'Time'. Pero su lista de éxitos era tan extensa que tenía que dar cabida a temas como 'Prime time', 'La sagrada familia' o 'Don’t answer me', de discos ya menores pero con más recorrido en las listas de éxitos. 
Recuerdo el momento en que, camino de la barra para coger unas cervezas, empezó a sonar uno de nuestros temas favoritos, el pegadizo 'Psychobabble', y cómo tuvimos que frenar en seco para disfrutar ese tema lo más cerca posible del escenario.
La única decepción de la noche fue la poca contundencia del sonido. Era diáfano pero algo falto de potencia. Aun así, el concierto tuvo momentos álgidos, como ese inicio tan sorprendente o la interpretación del celebérrimo tándem 'Sirius / Eye in the sky', que no por ser radiados hasta la saciedad dejan de tener su encanto. 
Pero sin duda lo más mágico de esa noche fue poder escuchar, de manos y voces de algunos de sus creadores, algunas de esas melodías que cautivaron a dos jóvenes imberbes al final de esa mágica década de los 70, y que les hicieron enfermar de melomanía de por vida.
Gracias a Paco Clares, con quien sigo compartiendo música y amistad, por ayudarme a recordar. Como los buenos discos, los amigos son para disfrutarlos toda la vida.


miércoles, 24 de agosto de 2016

Dónde estabas entonces...: Sting, un puntual inglés en Almería

CONCIERTO DE STING: 06-08-1993

Sting, un puntual inglés en Almería

El famoso cantante, bajista y compositor de The Police, ya en solitario, recalaba por nuestra ciudad el seis de agosto de 1993, rodeado de una expectación bien merecida.

Conforme nos acercábamos por la Avenida del Mediterráneo se escuchaba de lejos la melodía de 'If I Ever Lose My Faith In You', el tema que Sting había editado como single del disco que presentaba, y que las emisoras locales radiaron sin parar en la última semana. Lo primero que pensé fue en lo inapropiado de que, en los momentos previos al concierto, sonase por megafonía un tema que con seguridad iban a interpretar. Pero no, era la banda del músico inglés, que ya había empezado a tocar. Mi reloj marcaba las once menos cuarto, aunque el concierto comenzaba a las 23:00 horas de forma oficial. 
Error de organización o empeño del músico, una cosa es la puntualidad británica, digna de elogio, y otra adelantar el comienzo del evento y provocar que algunos que llegan con tiempo se pierdan una parte del espectáculo. Lamentablemente, es lo primero que viene a mi memoria del día que Sting aterrizó en Almería, en una gira mundial que llegaba a España tras recorrer Italia y de camino a Francia.
Mi recuerdo más antiguo de Sting se remonta a mi adolescencia, cuando unos cuantos amigos nos reuníamos habitualmente en la puerta de la desaparecida tienda de la Rambla Alfareros, 'Discos Merrey'. Allí escuché por primera vez 'Walking on the moon', esa subyugante melodía con exótico ritmo que después descubrimos que derivaba del reggae jamaicano.
El segundo disco de The Police, 'Reggatta de Blanc', entró con fuerza en nuestro país, y durante algunos años no dejamos de asombrarnos con la frescura y originalidad de tres rubios que nos hablaban de mensajes de amor en botellas, prostitutas llamadas Roxanne, o simplemente nos divertían con estribillos dignos de guardería. ¿O no habéis tarareado nunca 'De do do do, de da da da'?
Tras la fama estratosférica que alcanzó la banda, y quizás tan borrachos de éxito como lo estaban The Beatles en el 70, decidieron separarse, y aunque las carreras de Copeland y Andy Summers han sido interesantes, no dudo en afirmar que la más apasionante y exitosa ha sido la de Sting.
Sorprendió con un disco debut que mezclaba magistralmente el pop con el jazz, 'The Dream of the blue turtles', con músicos como Branford Marsalis, Kenny Kirkland, Omar Hakim y Darryl Jones conformando su banda. Tras ese vino otro más exitoso, 'Nothing like the sun', y el triste 'The Soul Cages', influenciado por la pérdida de sus padres. El cuarto, 'Ten Summoners Tales', que presentaba en nuestra ciudad, llevaba yo disfrutándolo unos meses sin saber que iba a poder también presenciar su directo.
Pero volvamos al concierto. El sonido fue bastante aceptable y la banda era magnífica. Solo cuatro músicos sobre el escenario, pero bastaban para alternar entre sutileza y contundencia, según el momento. Además del propio Sting al bajo y voces, en la batería estaba el genial Vinnie Colaiuta, cuyo currículum es tan amplio que acabaría antes mencionando con quién no ha tocado. En las guitarras Dominic Miller, argentino y mano derecha de Sting desde principios de esa década, y David Sancious en los teclados, un tipo al que lo mismo encuentras en un disco de Springsteen o Peter Gabriel, que tocando con Stanley Clarke. Ese era el nivel.
Sonaron varias del disco que presentaba, como la ya célebre 'Fields of gold', la deliciosa 'Seven Days' o el potente 'Saint Augustine In Hell'. También algunos éxitos de su breve, hasta ese momento, pero intensa carrera en solitario, como 'Englishman in New York' o 'Fragile' y, por supuesto, algunas de la banda que lo encumbró, como la edulcorada 'Every Little Thing She Does Is Magic', ese puñetazo semi punk llamado 'Roxanne', la eléctrica 'Synchronicity II' o la mítica 'Bring on the Night'. Y no faltó la paradójica 'Every Breath You Take', canción tan oscura en su letra como alegre en su música.
Hubo gran despliegue de la prensa local esos días; este mismo periódico llegó a editar unas páginas especiales y recabó la opinión de algunos expertos músicos y amigos, como Chipo Martínez o Rodolfo Miranda, que trazaron semblanzas del protagonista de forma muy acertada.
Finalmente, el esperadísimo concierto de Sting en nuestra Almería de principios de los noventa no estuvo exento de polémica, como también se reflejó días después en las páginas de este mismo rotativo: el concierto generó pérdidas y los de un bando se lo echaban en cara a los del otro. No ha cambiado nada desde ese agosto del 93. 
Bueno, algo sí: en esta feria no vendrá nadie de la categoría de Sting.



lunes, 22 de agosto de 2016

Dónde estabas entonces...: Miguel Ríos - Rock'n'Ríos - 26-08-1982

Miguel Ríos - Rock'n'Ríos - 26-08-1982

Miguel Ríos: Lluvia de rock en Almería

Para una sociedad almeriense con ansias de libertad renovadas, Miguel Ríos y su impresionante espectáculo de rock fueron un soplo de aire fresco.

Cuando desde La Voz me propusieron la redacción de varios artículos, de cara a este especial, en los que rememorase conciertos de ferias pretéritas que te dejan huella, tuve que reconocer que no eran tantos los que me habían impactado. Puede deberse a que en mi juventud las músicas que llenaban mi tiempo eran el rock progresivo y, poco más tarde, el jazz, y ninguna tenía mucha cabida en estas fechas. Pero sí que hubo unos cuantos que calaron en mi memoria.
Y por encima de todos, aquel mítico y legendario concierto de Miguel Ríos del año 82.
Situémonos: en esa época contaba yo dieciséis años y os podéis imaginar lo que para un adolescente de esta provincia, alejada de todo, supuso semejante espectáculo. Eran tiempos en los que nuestros progenitores, siendo benévolos, nos permitían regresar a las diez, pero en la semana de feria eran algo más laxos y la salida podía prolongarse hasta altas horas de la madrugada.
Sabía, por tanto, que ese día iba a poder estar con los amigos hasta bien tarde y disfrutar de un concierto de rock, pero no intuía la magnitud del evento.
Para los españolitos Miguel Ríos en ese momento, con el permiso de Clapton, era Dios. Ya nos había conquistado en los 70 con su "Himno de la alegría", sus incursiones en el jazz-rock con sabor andaluz en "Al Andalus" y acabando la década con ese disco de contundente sentencia: 'Los viejos rockeros nunca mueren'.
El rock todavía era joven, pero ese año a los Stones, que volvieron por Madrid, se les empezaba a considerar unos vejestorios. Vivir para ver. Miguel ya entraba en una edad peligrosa, si bien inauguró los ochenta con su disco de más éxito, el 'Rock'n'Roll Boomerang'. Allí estaba 'Santa Lucía', la canción con la que reconquistó a públicos de todas las edades. Un año después editó otro bombazo, "Extraños en el escaparate", y empezó a dar forma a lo que sería su directo "Rock'n'Ríos", sin duda el mejor disco en directo del rock patrio. Y lo concibió al contrario de lo habitual: realizó dos conciertos en Madrid, los grabó y editó, e inició entonces una gira en la que recreaba ese directo. Y le salió muy bien la jugada.
En esas condiciones Miguel desembarcó en nuestra Almería, con alcalde socialista, don Santiago M. Cabrejas, creo recordar. Una sociedad recuperándose aún, como el resto de país, del 'tejerazo' del año anterior y con unas ansias de libertad en su punto más álgido.

La Plaza Vieja fue el lugar, que se quedó pequeño. Hoy ese concierto se habría suspendido por falta de medidas de seguridad, pero eran otros tiempos. Ya la entrada al recinto fue algo caótica, con largas colas y cambios de puerta de acceso sin previo aviso que provocaron algún episodio de tensión. Y en el interior recuerdo sentirme literalmente atrapado. Hubo sudor, afortunadamente sin sangre, pero las lágrimas, en forma de lluvia, asomaron tras el temazo inicial, ese 'Bienvenidos' con el que la banda nos dejó literalmente petrificados.
Aquí siempre llueve en feria, y ese día tocaba; tanto es así que el propio Miguel llegó a anunciar una posible suspensión. No podía creer mi mala suerte. Pero el dios de la lluvia se calmó y tras unos momentos de incertidumbre nuestro clima volvió a su estado habitual y el espectáculo pudo continuar. ¡¡Y de qué forma!!
Una a una iban cayendo todas esas canciones que ya conocíamos bien, temas como 'Generación límite', 'Sueño espacial', el maravilloso 'Blues del autobús', con esa preciosa intro de teclado de Thijs van Leer, los juegos con el público durante 'Al Andalus' o el medley de sus temas de rock'n'roll favoritos ('Sábado a la noche', 'Mueve tus caderas', etc.).
Si hay algo que recuerde de forma vívida de esa noche fue la impresionante calidad de sonido. Todo era perfecto: la voz de Miguel, las maravillosas guitarras de John Parsons y Antonio García de Diego, las dos baterías —¡¡sí, llevaba a dos baterías en su banda!!— los teclados y flauta de Van Leer o el contundente bajo de Tato Gómez.
Muchos directos he visto tras este 'Rock'n'Ríos' del 82, pero aún lo tengo entre los mejores, en cuanto a calidad de sonido y, sobre todo, energía transmitida por la banda.
Miguel Ríos ha tenido una  carrera intachable, de las más dignas de nuestra historia musical, pero solo por ese disco, esa gira y ese concierto que yo viví, ya contaría con mi respeto y admiración eternamente.



jueves, 19 de mayo de 2016

Jose Carra, una banda sonora de sensaciones

Una cautivadora y sencilla melodía al piano, evocadora de mil y un paisajes, marcó el inicio del concierto del pasado sábado 7 de mayo en Clasijazz. Nadie podía pensar en el vendaval musical que se nos venía encima. Algo invisible comenzaba a tirar de nosotros.
Jose Carra iniciaba con ese tema, ”Algo tira de”, la presentación de “Verso”, su nuevo y creo que mejor trabajo hasta el momento.
Este pianista malagueño no es un desconocido para los almerienses y, personalmente, es alguien a quien sigo con interés desde hace años por su buen hacer al piano y, sobre todo, por su originalidad como compositor y creador de atmósferas sonoras. “Verso” viene a ser una vuelta de tuerca más en esa personal forma de enfocar la música. Su primer disco, “Ewig” (2012) ya iniciaba la senda, pero fue en el siguiente, “El camino” (2014) donde dejó claro que su propuesta era diferente. No encontraremos en sus discos reinterpretaciones típicas de standards, ni composiciones que sigan la estructura de estos últimos, sino que nos sumergiremos en algo parecido a una gran banda sonora de vivencias, sonidos, palabras y sensaciones. “Verso” es la culminación, hasta la fecha, de ese camino musical, y si el contenido del disco es sublime, su traslado al escenario no fue menos.
Para la nueva aventura no podía ir mejor acompañado; un contrabajista, Bori Albero, cuyo instrumento parece una extensión de su propio cuerpo. El batería gallego afincado en Málaga, Dani Domínguez, es otra figura de nuestro jazz para quien los ritmos no parecen tener secretos. Y dando el toque progresivo y experimental, el tremendo guitarrista Jaume Llombart, que es uno de los aportes más novedosos en este nuevo trabajo de Carra.
Tras esa apertura de concierto comentado al inicio llegó uno de los mejores temas del disco, ”El corazón de la hormiga”. Comenzando con una melodía hipnótica ejecutada con delicadeza entre piano y guitarra, los arpegios del piano nos van llevando por esos panoramas sonoros con un gran dominio de la dinámica. La guitarra desgarradora de Llombart sobrevuela nuestras cabezas en torno a una base rítmica estremecedora. ¿Es jazz? ¿Es rock progresivo? Da lo mismo. No es momento de preguntarse nada, hay que limitarse a sentirlo.
En “Flying clouds” se alternan pasajes de tremendo lirismo con momentos más funk. La batería imita una caja de ritmos mediante una curiosa técnica que consiste en posar un pequeño plato sobre la caja, produciendo sonidos cuasi electrónicos. Uno de los mejores solos de Albero tiene lugar en este tema, que acaba en lo más alto.
Con “El invierno nos pertenece”, otro impresionante desarrollo que partiendo del más profundo intimismo crece hasta convertirse en algo demoledor, concluyeron el primer pase. Y aún quedaba lo mejor.
“Kodama” comenzó con la intro interpretada por un cuarteto de cuerda pregrabado. El tema volvió a embarcarnos en el particular y paisajístico sonido de Carra, esta vez con una melodía de marcados tintes orientales. “La piel ajena” es otra de esas composiciones que se te quedan grabadas a fuego, y donde el pianista vuelve a demostrar su solida formación clásica, construyendo una compleja melodía sin dejar de arpegiar durante su exposición. Su improvisación en este tema, de las más logradas de la noche sin duda, tanto por técnica como por emoción.
El delicadísimo tema “La flor lo sabe”, interpretado en el disco por Alba Moreno, cuya voz suplió perfectamente en el directo un delicioso unísono de guitarra y piano, nos transportaba hacia el final, para el que había reservado los dos platos fuertes del disco: uno era “La sombra del verso”, toda una declaración de intenciones, miscelánea de clásica, jazz, rock progresivo y música descriptiva. Su épico comienzo transporta a mundos imaginarios; un fascinante viaje con cambios de ritmo constantes, armonías misteriosas, guitarras “crimsonianas” y un piano siempre presente, creando panoramas sonoros imposibles pero reales.
El bis no podía ser otro que el tema más contundente y fascinante del disco, “Golem”, épico también hasta las últimas consecuencias, prog-rock puro y duro en casi todo su desarrollo. No había mejor composición para terminar de dejarnos literalmente pegados a nuestros asientos.
Está claro que la música de Jose Carra ha llegado para quedarse.


martes, 19 de abril de 2016

Jim Rotondi, tradición y modernidad en la trompeta

De izq a der: Fabio Miano, Ignasi Gonzalez, Jo Krause y
Jim Rotondi. Foto:R.García
Para explicar grosso modo lo ocurrido el pasado miércoles seis de abril en Almería deberíamos precisar qué es el “hard bop”. Después de que algunos jazzistas relajasen un poco el ambiente en los años 50 y surgiese un estilo denominado “cool”, muchos afroamericanos se rebelaron ante esa música algo cerebral y decidieron, sin olvidar la técnica y la provocación del bop, lanzarse a una piscina donde flotaban góspel, blues, soul y funk. Miles Davis se cambió de bañador y se lanzó con ellos, pero ahí nadaron Horace Silver, Clifford Brown, Sonny Rollins, Freddie Hubbard y tantos otros nombres míticos, que dieron lustre a un estilo que llega hasta nuestros días con muy buena salud.
El americano Jim Rotondi es heredero clarísimo de esa tradición, legatario del estilo y sonido de músicos como Lee Morgan, Woody Shaw o el referido Hubbard.
El trío que le acompañó en Almería brilló con luz propia. El pianista, Fabio Miano, italiano afincado en Valencia, me retrotrae a "Jazz entre amigos", programa del que conservo algunas de sus intervenciones. Tiempo después colaboró en el disco de Insólito Club, fantástica aunque efímera banda de Paco Rivas, Diego Cruz y Yoio Cuesta. De inmediato conseguí un disco suyo, "Personally Speaking", tributo al pianista Duke Pearson. Miano es garantía de calidad y solvencia en cualquier formación. Domina el lenguaje jazzístico, sea cual sea el estilo, pero es en el bop y el hard donde creo que se siente como pez en el agua.
En cuanto a Jo Krause, es un baterista de origen alemán que en 1993 decidió cambiar de aires y recaló en un pequeño pueblo cercano a Barcelona. Desde entonces ha formado parte de la escena del jazz catalán y nacional. Si tuviese que definirlo en pocas palabras diría que es contundente y pasional. Ideal, por tanto, para el estilo que nos ocupa. Por último, Ignasi González es también otro habitual de la escena catalana, y si algo lo caracteriza es su mesura, imaginación y precisión al contrabajo. Nuevamente lo demostró con creces en este concierto.
La velada comenzó con contundencia, como mandan los cánones, con un transformado "Mary Ann" de Ray Charles, con quien Rotondi tuvo ocasión de girar por el mundo en la década de los 80. Para dejar claro de qué iba la historia, además de las tremendas improvisaciones de Miano y Rotondi, el batería nos dejó estupefactos con la potencia y energía de su solo, cuando aún ni había tenido tiempo de calentar motores.
El más calmado "Falset" llegó para relajarnos con ese inicio tan bossa nova y unos preciosos arreglos durante la melodía, sobre todo a cargo de la mano izquierda de Miano y con Rotondi al fliscorno. Continuaron con “Alone togheter”, un estándar que ejecutaron a medio tiempo con melodía compartida entre Rotondi y Miano; primer solo de Ignasi González, que dejó constancia de su tremenda calidad. Con una fantástica intro al piano llegó la balada que todos esperábamos, "Dedicated to you". El colofón de Rotondi en solitario nos hizo contener la respiración hasta que Krause, por obligación, rompió el hechizo y precipitó el final.
Descanso entonces del trompetista, que nos dejó unos minutos a solas con la sección rítmica, encargada de deleitarnos con "A beautiful friendship". A destacar el sutil solo de batería con Krause a las escobillas.  Con otro clásico, "Cry me a river", demostraron que cualquier melodía puede tomar el rumbo que el músico quiera darle.
Llegó el final y, haciendo gala de la simpatía con la que nos obsequió durante todo el concierto, Jim se despidió con agradecimientos al equipo de Clasijazz por sostener un club como este, y al público que permite su existencia. El último tema, "Biru Kirusai", está dedicado al público japonés; es intenso y muy entroncado en el estilo hard-bop, lo compuso junto a Eric Alexander y pertenece a su último disco, "Dark Blue”. La petición de bis fue unánime, y con "I wish i knew" se despidieron, demostrando que la banda podía hacer algo mas "cool", pues donde hay maestría no importa el estilo, sino el buen hacer de los músicos.
Otra nueva noche de jazz en nuestra ciudad que nos hace enorgullecernos de formar parte de la familia de Clasijazz, todo un ejemplo para el resto del país que quizás no se valore aquí lo suficiente.


sábado, 9 de abril de 2016

Antonio Gómez: la aritmética del vals

“A todos los músicos parece que nos da un poco de ‘yuyu’ tocar dos temas en tres por cuatro seguidos, y se me ocurrió hacer un disco de doce canciones en el que todas llevasen este compás pero con distintos patrones rítmicos…”.Así me explicaba Antonio Gómez como estaba fraguando su nuevo proyecto en una entrevista días antes de su concierto el pasado 2 de abril en Clasijazz. Ideas originales no le faltan a este guitarrista almeriense, al que conocí cuando contaba quince años, y era ya todo un virtuoso de su instrumento. Aunque en nuestra tierra no es prudente usar el típico “ha llovido mucho desde entonces”, ya han pasado más de dos décadas y unos cuantos fantásticos proyectos musicales, algunos con reflejo discográfico. Con el primero, “Guitarra de Navidad”, ya nos sorprendió con esa tremenda habilidad para hacer arreglos originales sobre los villancicos más populares. Diez años después, en 2007, dio a luz “Aires de mar”, en el que demostraba que no solo era un gran guitarrista y arreglista, sino también un compositor de altura. No hace mucho volvía a los arreglos y con  “Alcalá Street” demostró que coplas, pasodobles y cualquier melodía típicamente española puede ser transportada con genialidad al mundo del jazz y a su propio universo creativo.
“Mis ‘guitar heroes’ al principio provenían del rock, como Mark Knopfler o Eric Clapton, pero poco a poco fueron entrando otros héroes del jazz, como George Benson, Wes Montgomery o Django Reinhardt….”, recordaba Antonio, y si uno se fija en su estilo puede descubrir pinceladas de todos ellos y alguno más, como Metheny. Pero cuando suena su guitarra se le reconocede inmediato, pues ha sabido ir forjando su propio estilo como intérprete y compositor.
Pero vamos al concierto, que comenzó con un medio tiempo llamado “Vital Alarm” donde los acordes del piano de José María Pedraza “Petaca” marcaban claramente el segundo y tercer tiempo, y sobre los que la guitarra construía su bellísima melodía. Pedraza dejó claro por qué es uno de los pianistas andaluces con mayor proyección en la actualidad, con un intensísimo e imaginativo solo. “En lo cierto” fue el siguiente tema, en la onda smooth jazz que Antonio domina, y donde dejaron todos claro su control de la dinámica, logrando pasar de la calma a la tempestad en cuestión de segundos, tanto en la melodía como en los solos. Con “La espera” afloraron esos aires “methenianos” pero, para dejar clara su iPorvenir”, con aires de bolero, tuvo su espacio Joan Masana, que con su bajo de cinco cuerdas y sobre un sutil acompañamiento de David León, construyó un bello solo.
Terminaron el pase con un viejo conocido, el humorístico “¿Porqué te vals?”, que lleva años formando parte del repertorio de Gómez en directo, y donde David León tuvo uno de sus momentos de mayor lucimiento a las baquetas.
mpronta, la improvisación de guitarra fue, de lejos, la más intensa y llena de virtuosismo de la noche. En la balada “
A esas alturas de concierto puedo asegurar que la variedad de ritmos, armonías y melodías que los cuatro estaban desplegando sobre el escenario era tal que nadie se habría fijado en la coincidencia de compás si el propio guitarrista no lo hubiese advertido al inicio.
De forma calmada y deliciosa, con el dúo a piano y guitarra “Nana para un sueño”, comenzó el segundo pase. Continuaron con otra bellísima balada de aire aflamencado, “Trasluz”y, tras ella, “Two Jack Lake”. El inquietante “Despierto”, donde sobre un ostinato del piano y bajo desliza una melodía que recuerda vagamente a aquel clásico “Can't take my eyes off of you” de Frankie Valli, sirvió para terminar la parte dedicada al nuevo proyecto. Para el final reservó algunos de sus temas más conocidos de anteriores trabajos, comenzando por ese genial arreglo del tema popular “Mi tarara, sí” y el “Alhambra City”, y reservándose para el bis el funky y espectacular “In fraganti”, todo un clásico en sus conciertos.

En una noche en la que la competencia más directa era el enésimo Madrid-Barça, para los que allí estuvimos la victoria llegó en forma de música de calidad hecha en nuestra tierra. Y, por cierto, matemáticamente perfecta: tres por cuatro, doce obras maestras.


lunes, 28 de marzo de 2016

Coque Malla, el cachorro del Camaleón

Cuando Los Ronaldos decidieron “cortarse la coleta”  nadie sabía que iba a deparar el futuro a ese chaval de aspecto aniñado y voz inconfundible que había firmado algunos de los títulos más populares de nuestros noventa. La banda cumplió con creces la misma función que los míticos Tequila en los setenta: recordarnos que para hacer buen rock´n´roll se necesitan básicamente buenas guitarras, cuatro acordes y mucha actitud. Pero, igual que pudo pasarle al Bunbury post-Heroes, todo un abismo se abría frente a Coque. Sin haber cumplido la treintena  se enfrentaba a una incierta carrera en solitario y la ardua tarea de sacudirse el dorado pero engañoso lastre de ser el líder de una exitosa banda que se separa. Hasta los mismísimos Lennon y McCartney sufrieron esto en sus carnes. Pero hete aquí que poco a poco, disco a disco, Malla ha ido madurando y se ha labrado una carrera sólida, variada e incluso arriesgada en ocasiones. En esta tesitura y tras escuchar con atención y no poco gozo su último trabajo, “El Último Hombre En La Tierra” acudí al Auditorio de El Ejido el pasado 18 de marzo.

Que al entrar de fondo musical sonase Bowie ya dice bastante, pero cuando salió la banda y la emprendió con “La señal”, no me quedó duda de que iba a ser una noche de pleno disfrute. Sin previo aviso enlazaron con “Escuchame”, uno de los temas potentes del disco, que gana aún mas enteros en directo, dejando claro que estaba ante todo un showman experimentado, y con una banda detrás dándole un soporte perfecto y sin fisuras: un comedido y técnico Toni Brunet en las guitarras, el solvente David Lads en los teclados, siempre en su sitio, dando pinceladas en su justo momento en cada canción, y una contundente y efectiva sección rítmica, con Héctor Rojo en el bajo y  Gabriel Marijuán en la batería.
El repaso al nuevo trabajo fue exhaustivo, y también sonaron temas como el alegre “Lo Hago Por Ti” o el que da título al trabajo, intenso e intimista y con aires circenses. Y si queríamos circo, leones y equilibristas, no podía faltar la mejor composición del disco: “Cachorro de León”, una de esas canciones de las que podría surgir un bello relato o una gran película, resumida magistralmente en cinco minutos. Dedicatoria incluida a su hermano Miguel, autor de los arreglos del disco, gran músico a la sombra de su mediático hermano, al que tuve la suerte de ver en directo hace algunos años en el madrileño Café Central con una interesante banda llamada Racalmuto.
No hizo esperar demasiado para su “Berlin”, tema que por derecho propio debería estar ya en nuestra historia del pop-rock, un viaje a ritmo de vals en el que nos pasea por paredes, sentimientos, fotografías, presente, pasado y futuro. Y hablando de Berlín, trilogías y genios donde los haya, tremendo homenaje al maestro Bowie se marcaron a mitad del concierto, con ese apabullante “Heroes” donde la guitarra de Toni Brunet brilló sobre todo.
No olvidó sus anteriores trabajos: de “La Hora De Los Gigantes” sonó el eléctrico “She´s My Baby” y el corrido “Hace Tiempo”, acabando  “a capella” y sin micrófonos, secundado por su guitarrista y bajista. De “Termonuclear” nos estremeció con “La Carta” alternando estrofas recitadas con un eléctrico y explosivo estribillo, el acústico “La Moneda” y esa especie de nana, “Lo Intenta”, con la que invita delicadamente a soñar bailando.
La cosa olía a final  y hubo concesión. Sin caer en la trampa fácil  del “Adiós Papa” – insistentemente solicitada por algún cargante sector del respetable – hubo dos de Ronaldos: el precioso “No puedo vivir sin ti” y el “Guárdalo”, de su álbum debut, con el que nos levantó de las butacas.
Alguien en plena madurez artística no podía terminar con un giño al pasado, y se guardó como último bis uno de sus temas más estremecedores, el himno “Despierto”. Tan buen sabor de boca dejó que mientras saludaban al son del  “Young Americans” del maestro Bowie, dicho tema parecía parte del concierto. Coque tarareaba esa primera estrofa “They pulled in just behind the bridge, he lays her down, he frowns…” y desde arriba el viejo camaleón sonreía satisfecho con discípulos como este.





jueves, 3 de marzo de 2016

Moroni y CMS Trío: Jazz en el paraíso

Los cuatro músicos durante el concierto. Foto de Leo Barco
El paraíso del jazz se ha instalado desde hace tiempo en un lugar de nuestra ciudad: Clasijazz. El espacio que antaño ocupaba nuestro querido Georgia en Almería, o en otros sitios, como Madrid, ese templo llamado “San Juan Evangelista”, ahora lo habita esta modélica e inigualable asociación. Allí se produce una comunión cuasi religiosa entre el músico y su público, y un respeto por lo que está sucediendo inaudito para estos convulsos días.
Todavía con la resaca de la reciente visita de esa leyenda viva, Lee Konitz, tuvimos otra noche mágica el pasado miércoles con cuatro grandes músicos que levantaron tanta expectación que lograron un lleno casi absoluto. El trío Colina-Miralta-Sambeat contaba con un bagaje previo, pero su encuentro con el italiano Moroni conformó un cuarteto inédito que nos invitó a volar con su música.
Empezaré, por cortesía, con el visitante de nuestra vecina Italia, el pianista Dado Moroni. Segunda ocasión en que este genovés visita Clasijazz. Emulando a su paisano don Cristóbal, conquistó América hace algunos años con su maestría, tocando y grabando en lugares míticos como el Village Vanguard, el Blue Note o el Birdland. En él confluyen técnica, virtuosismo y el swing de pianistas como Oscar Peterson y, a la vez, el lirismo del mismísimo Bill Evans.
De Marc Miralta, batería catalán, podría enumerar una retahíla de premios, grabaciones y formaciones, pero lo resumiré afirmando que es uno de los músicos más contundentes y técnicos de nuestro panorama nacional. Su pegada puede tumbar a cualquier técnico de sonido, aunque no cogió desprevenido a Javier Domínguez “Vecino”, que desempeñó esa función de forma impecable en Clasijazz.
Perico Sambeat, aun siendo el saxo alto español más cotizado internacionalmente, es un habitual y enamorado de nuestra tierra, pero no por ello dejamos de valorar su presencia. Técnico, virtuoso, apasionado, tremendo compositor y persona cercana donde las haya, es un regalo para nuestros oídos y nuestra alma.
Y, por último, alguien muy especial que visitaba por primera vez Clasijazz: el contrabajista Javier Colina. Hablar de Colina es hablar del JAZZ en España, con mayúsculas. Ya a finales de los ochenta aparecía con asiduidad en el mítico “Jazz Entre Amigos”, y se le considera de los más solventes en su instrumento. Que el propio Montoliú lo incluyese en sus formaciones lo dice todo. El gran público puede ubicarlo mejor sabiendo que fue el contrabajista del “Lagrimas Negras” de Bebo y el Cigala. Poseedor de las claves para acompañar a la perfección en cualquier tempo, sus improvisaciones son siempre una lección de buen gusto, además de que no cesa de inventar una melodía tras otra.
Jocosamente comentó Sambeat que el repertorio había sido “arduamente preparado” durante la cena, pero no se limitaron a interpretar manidos “standards” sino que, al contrario, desgranaron una mezcla de temas del propio Perico y alguno de Moroni, alternados con composiciones no tan conocidas de grandes como Monk o Ellington.
Comenzaron con un medio tiempo bellísimo de Sambeat, llamado “Mirall”, con el que dejaron claro que iban a dar lo mejor de sí mismos. Continuaron con el conocido “You and the night and the music”, con una intro de Miralta que dejó al respetable sin aliento.
Una balada de Ellington, “Lotus Blossom”, extendió la calma por el local y dio paso a un alegre tema de Moroni, dedicado a su hijo Oscar.
El segundo pase comenzó de la mejor manera posible, con un tema de Monk llamado “San Francisco Holiday (Worry Later)”, seguido de otra composición de Perico titulada “Luso”; en ella destacó el magnífico solo de Moroni, que sonó a puro McCoy Tyner. Un coltraniano “Theme for Ernie” en clave de balada dio paso al final, con otra pieza inspiradísima de Sambeat, “Bodi” .
Como bises dos piezas maravillosas, “Drume Negrita”, tema en el que la  exquisitez y perfecta comunión entre los cuatro músicos llenó la sala, solo de Moroni tremendamente intimista y otro de Colina con guiños a melodías harto conocidas. Y, para terminar, el precioso “Like someone in love”.
Nuestra ciudad tiene sus bondades y defectos, pero si hay algo que la está embelleciendo en estos últimos años, por encima de todo, es este reducto llamado Clasijazz, donde ocurren milagros artísticos como el de la otra noche.