lunes, 28 de marzo de 2016

Coque Malla, el cachorro del Camaleón

Cuando Los Ronaldos decidieron “cortarse la coleta”  nadie sabía que iba a deparar el futuro a ese chaval de aspecto aniñado y voz inconfundible que había firmado algunos de los títulos más populares de nuestros noventa. La banda cumplió con creces la misma función que los míticos Tequila en los setenta: recordarnos que para hacer buen rock´n´roll se necesitan básicamente buenas guitarras, cuatro acordes y mucha actitud. Pero, igual que pudo pasarle al Bunbury post-Heroes, todo un abismo se abría frente a Coque. Sin haber cumplido la treintena  se enfrentaba a una incierta carrera en solitario y la ardua tarea de sacudirse el dorado pero engañoso lastre de ser el líder de una exitosa banda que se separa. Hasta los mismísimos Lennon y McCartney sufrieron esto en sus carnes. Pero hete aquí que poco a poco, disco a disco, Malla ha ido madurando y se ha labrado una carrera sólida, variada e incluso arriesgada en ocasiones. En esta tesitura y tras escuchar con atención y no poco gozo su último trabajo, “El Último Hombre En La Tierra” acudí al Auditorio de El Ejido el pasado 18 de marzo.

Que al entrar de fondo musical sonase Bowie ya dice bastante, pero cuando salió la banda y la emprendió con “La señal”, no me quedó duda de que iba a ser una noche de pleno disfrute. Sin previo aviso enlazaron con “Escuchame”, uno de los temas potentes del disco, que gana aún mas enteros en directo, dejando claro que estaba ante todo un showman experimentado, y con una banda detrás dándole un soporte perfecto y sin fisuras: un comedido y técnico Toni Brunet en las guitarras, el solvente David Lads en los teclados, siempre en su sitio, dando pinceladas en su justo momento en cada canción, y una contundente y efectiva sección rítmica, con Héctor Rojo en el bajo y  Gabriel Marijuán en la batería.
El repaso al nuevo trabajo fue exhaustivo, y también sonaron temas como el alegre “Lo Hago Por Ti” o el que da título al trabajo, intenso e intimista y con aires circenses. Y si queríamos circo, leones y equilibristas, no podía faltar la mejor composición del disco: “Cachorro de León”, una de esas canciones de las que podría surgir un bello relato o una gran película, resumida magistralmente en cinco minutos. Dedicatoria incluida a su hermano Miguel, autor de los arreglos del disco, gran músico a la sombra de su mediático hermano, al que tuve la suerte de ver en directo hace algunos años en el madrileño Café Central con una interesante banda llamada Racalmuto.
No hizo esperar demasiado para su “Berlin”, tema que por derecho propio debería estar ya en nuestra historia del pop-rock, un viaje a ritmo de vals en el que nos pasea por paredes, sentimientos, fotografías, presente, pasado y futuro. Y hablando de Berlín, trilogías y genios donde los haya, tremendo homenaje al maestro Bowie se marcaron a mitad del concierto, con ese apabullante “Heroes” donde la guitarra de Toni Brunet brilló sobre todo.
No olvidó sus anteriores trabajos: de “La Hora De Los Gigantes” sonó el eléctrico “She´s My Baby” y el corrido “Hace Tiempo”, acabando  “a capella” y sin micrófonos, secundado por su guitarrista y bajista. De “Termonuclear” nos estremeció con “La Carta” alternando estrofas recitadas con un eléctrico y explosivo estribillo, el acústico “La Moneda” y esa especie de nana, “Lo Intenta”, con la que invita delicadamente a soñar bailando.
La cosa olía a final  y hubo concesión. Sin caer en la trampa fácil  del “Adiós Papa” – insistentemente solicitada por algún cargante sector del respetable – hubo dos de Ronaldos: el precioso “No puedo vivir sin ti” y el “Guárdalo”, de su álbum debut, con el que nos levantó de las butacas.
Alguien en plena madurez artística no podía terminar con un giño al pasado, y se guardó como último bis uno de sus temas más estremecedores, el himno “Despierto”. Tan buen sabor de boca dejó que mientras saludaban al son del  “Young Americans” del maestro Bowie, dicho tema parecía parte del concierto. Coque tarareaba esa primera estrofa “They pulled in just behind the bridge, he lays her down, he frowns…” y desde arriba el viejo camaleón sonreía satisfecho con discípulos como este.





jueves, 3 de marzo de 2016

Moroni y CMS Trío: Jazz en el paraíso

Los cuatro músicos durante el concierto. Foto de Leo Barco
El paraíso del jazz se ha instalado desde hace tiempo en un lugar de nuestra ciudad: Clasijazz. El espacio que antaño ocupaba nuestro querido Georgia en Almería, o en otros sitios, como Madrid, ese templo llamado “San Juan Evangelista”, ahora lo habita esta modélica e inigualable asociación. Allí se produce una comunión cuasi religiosa entre el músico y su público, y un respeto por lo que está sucediendo inaudito para estos convulsos días.
Todavía con la resaca de la reciente visita de esa leyenda viva, Lee Konitz, tuvimos otra noche mágica el pasado miércoles con cuatro grandes músicos que levantaron tanta expectación que lograron un lleno casi absoluto. El trío Colina-Miralta-Sambeat contaba con un bagaje previo, pero su encuentro con el italiano Moroni conformó un cuarteto inédito que nos invitó a volar con su música.
Empezaré, por cortesía, con el visitante de nuestra vecina Italia, el pianista Dado Moroni. Segunda ocasión en que este genovés visita Clasijazz. Emulando a su paisano don Cristóbal, conquistó América hace algunos años con su maestría, tocando y grabando en lugares míticos como el Village Vanguard, el Blue Note o el Birdland. En él confluyen técnica, virtuosismo y el swing de pianistas como Oscar Peterson y, a la vez, el lirismo del mismísimo Bill Evans.
De Marc Miralta, batería catalán, podría enumerar una retahíla de premios, grabaciones y formaciones, pero lo resumiré afirmando que es uno de los músicos más contundentes y técnicos de nuestro panorama nacional. Su pegada puede tumbar a cualquier técnico de sonido, aunque no cogió desprevenido a Javier Domínguez “Vecino”, que desempeñó esa función de forma impecable en Clasijazz.
Perico Sambeat, aun siendo el saxo alto español más cotizado internacionalmente, es un habitual y enamorado de nuestra tierra, pero no por ello dejamos de valorar su presencia. Técnico, virtuoso, apasionado, tremendo compositor y persona cercana donde las haya, es un regalo para nuestros oídos y nuestra alma.
Y, por último, alguien muy especial que visitaba por primera vez Clasijazz: el contrabajista Javier Colina. Hablar de Colina es hablar del JAZZ en España, con mayúsculas. Ya a finales de los ochenta aparecía con asiduidad en el mítico “Jazz Entre Amigos”, y se le considera de los más solventes en su instrumento. Que el propio Montoliú lo incluyese en sus formaciones lo dice todo. El gran público puede ubicarlo mejor sabiendo que fue el contrabajista del “Lagrimas Negras” de Bebo y el Cigala. Poseedor de las claves para acompañar a la perfección en cualquier tempo, sus improvisaciones son siempre una lección de buen gusto, además de que no cesa de inventar una melodía tras otra.
Jocosamente comentó Sambeat que el repertorio había sido “arduamente preparado” durante la cena, pero no se limitaron a interpretar manidos “standards” sino que, al contrario, desgranaron una mezcla de temas del propio Perico y alguno de Moroni, alternados con composiciones no tan conocidas de grandes como Monk o Ellington.
Comenzaron con un medio tiempo bellísimo de Sambeat, llamado “Mirall”, con el que dejaron claro que iban a dar lo mejor de sí mismos. Continuaron con el conocido “You and the night and the music”, con una intro de Miralta que dejó al respetable sin aliento.
Una balada de Ellington, “Lotus Blossom”, extendió la calma por el local y dio paso a un alegre tema de Moroni, dedicado a su hijo Oscar.
El segundo pase comenzó de la mejor manera posible, con un tema de Monk llamado “San Francisco Holiday (Worry Later)”, seguido de otra composición de Perico titulada “Luso”; en ella destacó el magnífico solo de Moroni, que sonó a puro McCoy Tyner. Un coltraniano “Theme for Ernie” en clave de balada dio paso al final, con otra pieza inspiradísima de Sambeat, “Bodi” .
Como bises dos piezas maravillosas, “Drume Negrita”, tema en el que la  exquisitez y perfecta comunión entre los cuatro músicos llenó la sala, solo de Moroni tremendamente intimista y otro de Colina con guiños a melodías harto conocidas. Y, para terminar, el precioso “Like someone in love”.
Nuestra ciudad tiene sus bondades y defectos, pero si hay algo que la está embelleciendo en estos últimos años, por encima de todo, es este reducto llamado Clasijazz, donde ocurren milagros artísticos como el de la otra noche.