domingo, 28 de agosto de 2016

Donde estabas entonces...: Serrat, en tránsito hacia otras músicas

Joan Manuel Serrat: 25-08-1982 - Recitales De feriaSerrat, en tránsito hacia otras músicas

Serrat no era sólo un buen cantante y poeta. También supo modernizar su música y acercarnos al jazz a unos cuantos jóvenes en los ochenta.

Calurosa noche de feria de un ya lejano 1982. Mi amigo Jose Granados y yo nos dirigíamos a la Plaza de la Constitución, lugar que ya empezaba a quedarse pequeño para ese tipo de eventos, para presenciar un concierto al que nadie más de nuestra cuadrilla juvenil debió de querernos acompañar. Un recital mágico que acabó marcándonos como músicos y como personas.
Si hubo algún momento de descubrimiento musical en toda su amplitud, es muy posible que nos ocurriese en ese año, y que gran parte de culpa la tuviese ese tal Serrat o, para ser más exactos, los músicos que lo acompañaban. 
Visto con perspectiva, es posible que aquellos dos chavales que no perdían detalle de todo lo que ocurría en ese escenario fuésemos un poco 'frikis', término no tan popular en aquel momento. Éramos unos bichos raros que gastábamos hasta nuestra última peseta en todo lo que oliese a música: discos, conciertos o instrumentos. Ya intuíamos que iba a ser algo importante en nuestras vidas. Y esa noche lo fue, ¡¡¡ vaya si lo fue!!!
Serrat había editado su 'En tránsito' sólo un año antes; obra que con el tiempo se ha convertido en un clásico, pero que en aquel momento solo era su nuevo disco. Un trabajo en el que dejaba algo de lado su vena romántica y, aún con el gusto y exquisitez que le caracteriza, soltaba a los perros y no dejaba títere con cabeza en algunas de sus letras.
No recuerdo con exactitud el repertorio de aquella noche, máxime por el hecho de ser la primera pero no la última vez que lo vimos en aquella década, pero pondría la mano en el fuego por que sonaron clásicos como 'Fiesta', 'La saeta', 'Mediterráneo', 'Aquellas pequeñas cosas' o ese tango de Enrique Santos Discépolo que tanto le ha gustado siempre cantar, 'Cambalache'. Y tampoco faltaron sus homenajes a los poetas Machado y Hernández, con 'Cantares' y 'Elegía a Ramón Sijé', respectivamente. 
Pero nosotros disfrutamos más con las de reciente creación, maravillas como aquella instancia hecha canción, 'A quien corresponda'; ese bofetón al 'yuppie' llamada 'A usted'; el homenaje a un Miguel Gila vivo aún en aquel momento, con 'Esos locos bajitos'; la romántica —sin caer en la horterada— 'No hago otra cosa que pensar en ti'; o esa joya de kilométrico nombre titulada 'Uno de mi calle me ha dicho que tiene un amigo que dice conocer un tipo que un día fue feliz'.
En ellas era donde más destacaba la influencia de los tremendos músicos que lo acompañaban, liderados por un Ricard Miralles al piano que sobresalía por su destreza con las teclas y su tremendo swing.
Nuestro descubrimiento del jazz como música primordial comenzó en noches como esa, porque el jazz es una música de directo. Jose me recordaba cómo nos sorprendió que el batería, Francesc Rabassa, tocase mientras leía una partitura, algo que nosotros, en nuestra ignorancia juvenil, asociábamos solo con la música clásica. Y cómo le fascinó el buen hacer del guitarrista, Albert Cubero. 
Estaban claras nuestras preferencias, pues él no perdió detalle de las manos de Cubero, mientras que a mí me giraba la cabeza el virtuosismo pianístico de un Miralles en su mejor momento. 
No teníamos muy claro aún de qué planeta provenían esos músicos, pero nos percatábamos de las sonoridades que lograban, los ritmos o la precisión en los arreglos. Poco tenía aquello que ver con el pop y el rock que escuchábamos habitualmente. Ahí se escondía algo más.
No podemos asegurar si ocurrió esa noche, o en una similar de un concierto posterior del mismo Joan Manuel, pero tras terminar el recital y estando todavía en ese estado de levitación en el que te deja tal aluvión de buena música, pusimos rumbo al mítico Georgia Jazz Club, para que las estridentes músicas fiesteras que rodeaban la ciudad en esa noche de feria no rompiesen el hechizo en el que andábamos sumidos. Y allí estábamos, comentando la jugada, cuando apareció por el local Ricard Miralles. Se nos sentó casi al lado, pero nuestro pudor juvenil nos impidió reunir el valor suficiente para dirigirle la palabra y felicitarlo por el concierto. 
Esa noche solo compartimos cenicero con el maestro y ya nos fuimos felices para casa.
Agradezco a Jose Granados, amigo y compañero musical en mil y una batallas, la ayuda prestada para recordar esa mágica noche.



viernes, 26 de agosto de 2016

Donde estabas entonces...: Alan Parsons Project, recuperando el misterio y la imaginación

CONCIERTO ALAN PARSONS, 13-08-1997

Alan Parsons Project, recuperando el misterio y la imaginación

En agosto del 97 recaló por nuestra ciudad Alan Parsons para hacernos disfrutar a los que crecimos con sus míticos discos en aquellos maravillosos años de adolescencia


Contar con escasos trece años y escuchar lo que a finales de los setenta hacía Alan Parsons Project marcó mis preferencias musicales de por vida. Y si a mi amigo Paco Clares y a mí nos dicen, en aquel 1979 en que disfrutábamos embelesados del flamante y recién editado 'Eve' o del misterioso 'Pyramid', que años más tarde íbamos a poder acudir a un concierto de semejante banda en nuestra ciudad, habríamos pensado que se trataba de una broma. Pero casi con veinte años de espera tuvimos la ocasión de disfrutarlo y, lo que es mejor, juntos.
Mucho había llovido desde que aquel joven Parsons empezó su carrera como ayudante en los estudios de la EMI situados en Abbey Road, donde The Beatles grababan su epitafio musical. Poco después, en 'Dark Side of the Moon' fue responsable de llevar a buen puerto las locuras progresivas de unos Pink Floyd en estado de gracia. Inició su propia andadura asociándose con otro genio, Eric Woolfson, y dando forma a su Project. 
Su debut, el mítico y sinfónico disco dedicado a la obra de Poe, marcó mi adolescencia, así como los sonidos adelantados al tecno de algunos temas del 'I Robot', el antiguo Egipto de 'Pyramid' o esas inquietantes mujeres de 'Eve'. Discos conceptuales llenos de maravillosas composiciones, brillantes músicos y un sonido impecable. Con los años no bajó la calidad, pero sí nuestro nivel de asombro, y los siguientes trabajos calaron menos en mi ranking particular de obras maestras. Y así llegamos a ese 'On air' que lo trajo hasta nuestra Almería, una obra con una temática relacionada con la aeronáutica, como ya dejaba bien claro el globo de su portada.
Una cierta incredulidad nos acompañaba de camino al recinto de verano de la Avenida del Mediterráneo. No terminábamos de creer que íbamos a escuchar en directo algunos de esos clásicos que marcaron nuestra adolescencia. Pero allí estábamos, sin perder detalle, intentando adivinar qué músicos le acompañarían, puesto que el Project se caracterizó siempre por la calidad, pero también por la variedad de sus colaboradores. Woolfson ya había abandonado la nave, y había sido reemplazado a nivel compositivo por Ian Bairnson, fantástico guitarrista del Project desde los inicios. También estaba allí el no menos mítico Stuart Elliott en la batería. El propio Parsons presidía el escenario desde una tarima donde tocaba la acústica, el teclado o hacia algunos coros, ya que el protagonismo de Alan siempre estuvo más cerca de la parte técnica —básicamente es ingeniero de sonido—, dejando el virtuosismo en manos de sus acólitos.

Recuerdo nítidamente el tema inicial, nada menos que '(The System of) Dr. Tarr and Professor Fether'. Empezar con algo del 'Tales from mistery and imagination' era un buen augurio. Dejaba claro que no olvidaba las obras de sus inicios, aunque lógicamente dio un repaso a su discografía, hasta ese flamante 'On air', del que cayeron unos cuantos, como la bella 'Blue blue sky' o la triste 'Brother up in heaven', dedicada a un familiar de Bairnson fallecido años antes en la guerra de Irak.
Si no me falla la memoria, sonaron temas como 'I Wouldn't Want To Be Like You', 'Can’t Take It With You', 'Games people play' o 'Time'. Pero su lista de éxitos era tan extensa que tenía que dar cabida a temas como 'Prime time', 'La sagrada familia' o 'Don’t answer me', de discos ya menores pero con más recorrido en las listas de éxitos. 
Recuerdo el momento en que, camino de la barra para coger unas cervezas, empezó a sonar uno de nuestros temas favoritos, el pegadizo 'Psychobabble', y cómo tuvimos que frenar en seco para disfrutar ese tema lo más cerca posible del escenario.
La única decepción de la noche fue la poca contundencia del sonido. Era diáfano pero algo falto de potencia. Aun así, el concierto tuvo momentos álgidos, como ese inicio tan sorprendente o la interpretación del celebérrimo tándem 'Sirius / Eye in the sky', que no por ser radiados hasta la saciedad dejan de tener su encanto. 
Pero sin duda lo más mágico de esa noche fue poder escuchar, de manos y voces de algunos de sus creadores, algunas de esas melodías que cautivaron a dos jóvenes imberbes al final de esa mágica década de los 70, y que les hicieron enfermar de melomanía de por vida.
Gracias a Paco Clares, con quien sigo compartiendo música y amistad, por ayudarme a recordar. Como los buenos discos, los amigos son para disfrutarlos toda la vida.


miércoles, 24 de agosto de 2016

Dónde estabas entonces...: Sting, un puntual inglés en Almería

CONCIERTO DE STING: 06-08-1993

Sting, un puntual inglés en Almería

El famoso cantante, bajista y compositor de The Police, ya en solitario, recalaba por nuestra ciudad el seis de agosto de 1993, rodeado de una expectación bien merecida.

Conforme nos acercábamos por la Avenida del Mediterráneo se escuchaba de lejos la melodía de 'If I Ever Lose My Faith In You', el tema que Sting había editado como single del disco que presentaba, y que las emisoras locales radiaron sin parar en la última semana. Lo primero que pensé fue en lo inapropiado de que, en los momentos previos al concierto, sonase por megafonía un tema que con seguridad iban a interpretar. Pero no, era la banda del músico inglés, que ya había empezado a tocar. Mi reloj marcaba las once menos cuarto, aunque el concierto comenzaba a las 23:00 horas de forma oficial. 
Error de organización o empeño del músico, una cosa es la puntualidad británica, digna de elogio, y otra adelantar el comienzo del evento y provocar que algunos que llegan con tiempo se pierdan una parte del espectáculo. Lamentablemente, es lo primero que viene a mi memoria del día que Sting aterrizó en Almería, en una gira mundial que llegaba a España tras recorrer Italia y de camino a Francia.
Mi recuerdo más antiguo de Sting se remonta a mi adolescencia, cuando unos cuantos amigos nos reuníamos habitualmente en la puerta de la desaparecida tienda de la Rambla Alfareros, 'Discos Merrey'. Allí escuché por primera vez 'Walking on the moon', esa subyugante melodía con exótico ritmo que después descubrimos que derivaba del reggae jamaicano.
El segundo disco de The Police, 'Reggatta de Blanc', entró con fuerza en nuestro país, y durante algunos años no dejamos de asombrarnos con la frescura y originalidad de tres rubios que nos hablaban de mensajes de amor en botellas, prostitutas llamadas Roxanne, o simplemente nos divertían con estribillos dignos de guardería. ¿O no habéis tarareado nunca 'De do do do, de da da da'?
Tras la fama estratosférica que alcanzó la banda, y quizás tan borrachos de éxito como lo estaban The Beatles en el 70, decidieron separarse, y aunque las carreras de Copeland y Andy Summers han sido interesantes, no dudo en afirmar que la más apasionante y exitosa ha sido la de Sting.
Sorprendió con un disco debut que mezclaba magistralmente el pop con el jazz, 'The Dream of the blue turtles', con músicos como Branford Marsalis, Kenny Kirkland, Omar Hakim y Darryl Jones conformando su banda. Tras ese vino otro más exitoso, 'Nothing like the sun', y el triste 'The Soul Cages', influenciado por la pérdida de sus padres. El cuarto, 'Ten Summoners Tales', que presentaba en nuestra ciudad, llevaba yo disfrutándolo unos meses sin saber que iba a poder también presenciar su directo.
Pero volvamos al concierto. El sonido fue bastante aceptable y la banda era magnífica. Solo cuatro músicos sobre el escenario, pero bastaban para alternar entre sutileza y contundencia, según el momento. Además del propio Sting al bajo y voces, en la batería estaba el genial Vinnie Colaiuta, cuyo currículum es tan amplio que acabaría antes mencionando con quién no ha tocado. En las guitarras Dominic Miller, argentino y mano derecha de Sting desde principios de esa década, y David Sancious en los teclados, un tipo al que lo mismo encuentras en un disco de Springsteen o Peter Gabriel, que tocando con Stanley Clarke. Ese era el nivel.
Sonaron varias del disco que presentaba, como la ya célebre 'Fields of gold', la deliciosa 'Seven Days' o el potente 'Saint Augustine In Hell'. También algunos éxitos de su breve, hasta ese momento, pero intensa carrera en solitario, como 'Englishman in New York' o 'Fragile' y, por supuesto, algunas de la banda que lo encumbró, como la edulcorada 'Every Little Thing She Does Is Magic', ese puñetazo semi punk llamado 'Roxanne', la eléctrica 'Synchronicity II' o la mítica 'Bring on the Night'. Y no faltó la paradójica 'Every Breath You Take', canción tan oscura en su letra como alegre en su música.
Hubo gran despliegue de la prensa local esos días; este mismo periódico llegó a editar unas páginas especiales y recabó la opinión de algunos expertos músicos y amigos, como Chipo Martínez o Rodolfo Miranda, que trazaron semblanzas del protagonista de forma muy acertada.
Finalmente, el esperadísimo concierto de Sting en nuestra Almería de principios de los noventa no estuvo exento de polémica, como también se reflejó días después en las páginas de este mismo rotativo: el concierto generó pérdidas y los de un bando se lo echaban en cara a los del otro. No ha cambiado nada desde ese agosto del 93. 
Bueno, algo sí: en esta feria no vendrá nadie de la categoría de Sting.



lunes, 22 de agosto de 2016

Dónde estabas entonces...: Miguel Ríos - Rock'n'Ríos - 26-08-1982

Miguel Ríos - Rock'n'Ríos - 26-08-1982

Miguel Ríos: Lluvia de rock en Almería

Para una sociedad almeriense con ansias de libertad renovadas, Miguel Ríos y su impresionante espectáculo de rock fueron un soplo de aire fresco.

Cuando desde La Voz me propusieron la redacción de varios artículos, de cara a este especial, en los que rememorase conciertos de ferias pretéritas que te dejan huella, tuve que reconocer que no eran tantos los que me habían impactado. Puede deberse a que en mi juventud las músicas que llenaban mi tiempo eran el rock progresivo y, poco más tarde, el jazz, y ninguna tenía mucha cabida en estas fechas. Pero sí que hubo unos cuantos que calaron en mi memoria.
Y por encima de todos, aquel mítico y legendario concierto de Miguel Ríos del año 82.
Situémonos: en esa época contaba yo dieciséis años y os podéis imaginar lo que para un adolescente de esta provincia, alejada de todo, supuso semejante espectáculo. Eran tiempos en los que nuestros progenitores, siendo benévolos, nos permitían regresar a las diez, pero en la semana de feria eran algo más laxos y la salida podía prolongarse hasta altas horas de la madrugada.
Sabía, por tanto, que ese día iba a poder estar con los amigos hasta bien tarde y disfrutar de un concierto de rock, pero no intuía la magnitud del evento.
Para los españolitos Miguel Ríos en ese momento, con el permiso de Clapton, era Dios. Ya nos había conquistado en los 70 con su "Himno de la alegría", sus incursiones en el jazz-rock con sabor andaluz en "Al Andalus" y acabando la década con ese disco de contundente sentencia: 'Los viejos rockeros nunca mueren'.
El rock todavía era joven, pero ese año a los Stones, que volvieron por Madrid, se les empezaba a considerar unos vejestorios. Vivir para ver. Miguel ya entraba en una edad peligrosa, si bien inauguró los ochenta con su disco de más éxito, el 'Rock'n'Roll Boomerang'. Allí estaba 'Santa Lucía', la canción con la que reconquistó a públicos de todas las edades. Un año después editó otro bombazo, "Extraños en el escaparate", y empezó a dar forma a lo que sería su directo "Rock'n'Ríos", sin duda el mejor disco en directo del rock patrio. Y lo concibió al contrario de lo habitual: realizó dos conciertos en Madrid, los grabó y editó, e inició entonces una gira en la que recreaba ese directo. Y le salió muy bien la jugada.
En esas condiciones Miguel desembarcó en nuestra Almería, con alcalde socialista, don Santiago M. Cabrejas, creo recordar. Una sociedad recuperándose aún, como el resto de país, del 'tejerazo' del año anterior y con unas ansias de libertad en su punto más álgido.

La Plaza Vieja fue el lugar, que se quedó pequeño. Hoy ese concierto se habría suspendido por falta de medidas de seguridad, pero eran otros tiempos. Ya la entrada al recinto fue algo caótica, con largas colas y cambios de puerta de acceso sin previo aviso que provocaron algún episodio de tensión. Y en el interior recuerdo sentirme literalmente atrapado. Hubo sudor, afortunadamente sin sangre, pero las lágrimas, en forma de lluvia, asomaron tras el temazo inicial, ese 'Bienvenidos' con el que la banda nos dejó literalmente petrificados.
Aquí siempre llueve en feria, y ese día tocaba; tanto es así que el propio Miguel llegó a anunciar una posible suspensión. No podía creer mi mala suerte. Pero el dios de la lluvia se calmó y tras unos momentos de incertidumbre nuestro clima volvió a su estado habitual y el espectáculo pudo continuar. ¡¡Y de qué forma!!
Una a una iban cayendo todas esas canciones que ya conocíamos bien, temas como 'Generación límite', 'Sueño espacial', el maravilloso 'Blues del autobús', con esa preciosa intro de teclado de Thijs van Leer, los juegos con el público durante 'Al Andalus' o el medley de sus temas de rock'n'roll favoritos ('Sábado a la noche', 'Mueve tus caderas', etc.).
Si hay algo que recuerde de forma vívida de esa noche fue la impresionante calidad de sonido. Todo era perfecto: la voz de Miguel, las maravillosas guitarras de John Parsons y Antonio García de Diego, las dos baterías —¡¡sí, llevaba a dos baterías en su banda!!— los teclados y flauta de Van Leer o el contundente bajo de Tato Gómez.
Muchos directos he visto tras este 'Rock'n'Ríos' del 82, pero aún lo tengo entre los mejores, en cuanto a calidad de sonido y, sobre todo, energía transmitida por la banda.
Miguel Ríos ha tenido una  carrera intachable, de las más dignas de nuestra historia musical, pero solo por ese disco, esa gira y ese concierto que yo viví, ya contaría con mi respeto y admiración eternamente.