jueves, 26 de enero de 2017

Perales da calma y regala nostalgia

El septuagenario compositor y cantante presentó su último disco, “Calma”, en El Ejido, y dio un repaso su carrera, llena de canciones que ya son eternas.


Aquel que acuda a un concierto de Jose Luis Perales buscando sobresaltos o un subidón de adrenalina, se equivocaría tanto como el que asista uno de AC/DC o Helloween esperando quietud y melancolía, o a uno de Sabina para escuchar alardes vocales. Cada buen artista ofrece lo que sabe y puede hacer bien: Y lo de Perales es el amor, no le deis más vueltas. O el desamor, la tristeza, la melancolía, lo otoñal, en definitiva.
Y si bien es cierto que en un concierto de los Stones la media de edad de la audiencia suele ser baja, porque atrapan a las nuevas generaciones, raramente pasa con artistas como Perales, que ya comienzan su carrera escribiendo canciones claramente dirigidas al público adulto. Y ese era el tipo de público que el pasado sábado 21 de enero, noche con un frío que el artista parecía traer como parte del espectáculo desde su Cuenca natal, llenó hasta la bandera el Auditorio de El Ejido. Ese tímido chico que podía haber sido toda su vida un modesto electricista, a sus 72 años recién cumplidos sigue llenando recintos y emocionando al personal. Si jugásemos a las estadísticas, puede que sea uno de los autores que más usa las palabras "Te quiero" y "amor" en sus canciones, pero a los Zeppelin les ocurre lo mismo con "baby", y casi ningún duro roquero se lo echa en cara a Robert Plant.
Ofreció un show con un set-list milimétricamente estudiado para hacer aflorar las emociones, con su voz aún potente y cristalina, alternando sabiamente temas de su nuevo disco, "Calma", con otros de su extensa carrera, en su mayoría grandes clásicos ya, canciones que hasta los  más reacios tararearían sin dificultad de cabo a rabo.
Junto a él, una solvente banda, formada por músicos curtidos en estas lides. En las guitarras, David Escudero y Borja Montenegro, al bajo Santi Greco, Pablo Serrano en la batería, Gino Pavone en la percusión, Josemi Sagaste en vientos y acordeón y Pau Alvarez, como teclista y director musical.
De su último trabajo, producido por su propio hijo, Pablo Perales, sonaron temas que, sin sorprender, no dejan de ser bellas canciones: "En un banco de la calle", "Al otro lado de las montañas azules", "Si pudiera", la hermosa y acústica balada "El reencuentro", el ´swinguero´  homenaje a su nieto en "Canción para Guillermo", o la homónima "Calma". Un disco, según explicó, pensado como antídoto a la violencia que nos rodea. Perales tiene su punto reivindicativo, pero hay que saber leerlo entre líneas en unas composiciones cuyo proceso creativo incluye siempre su casa en el campo, chimenea, café, cigarrillos - cuando podía fumar - y su guitarra. Y el otoño, porque él siempre compone en esa estación. Alguien que reconoce solo haber escrito una canción fuera de nuestro país. Un Perales quejoso de que le considere un hombre triste, pero al que las canciones le salen así, no puede evitarlo. En ese contexto, comprendemos mejor porque de su mente surgen "Me llamas", "Si", "El amor", "Canción de Otoño" o ese éxito de su primer disco,  "Mis canciones",  en el 73, "Celos de mi guitarra”.
No faltaron algunos escritos para otros, como el famoso "Porque te vas", que dio la vuelta al mundo con "Cría cuervos" en la voz de Jeanette,  con el que inició un mini-set acústico, junto a "Creo en ti", coescrita con Bosé, y "América", dedicada al continente que tanto le ha dado.
Y, por supuesto, sus pesos pesados, ese "Y como es él", con anécdota incluida. Reconoció haberla escrito para Julio Iglesias pero “…al final no se la di”. Como resultado, se convirtió en uno de sus mayores éxitos, que ya es decir en una carrera como la suya.

O los dos bises que se tenía guardados en la manga, "Te quiero" - solo con este sube mucho la media estadística antes citada - o su famoso "Un velero llamado libertad" con el que se despedía, dejando unos minutos finales en solitario a su banda desfogándose a nivel instrumental, tras dos horas de pura contención y dulzura.
Aún así, el público abandonaba el abarrotado auditorio posiblemente con una sola palabra en la mente: Amor. Nuevamente, misión cumplida, Jose Luis.



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