lunes, 20 de marzo de 2017

Pink Tones: La reencarnación de los arquitectos del rock

La banda Pink Tones desplegó en el Teatro Cervantes todo su arsenal sónico y lumínico para deleitarnos con la obra de Pink Floyd


Algo que te ocurre a los trece años puede influenciarte para el resto de tu vida, y aquella tarde en la que logré reunir la cantidad necesaria para correr hacia la tienda de discos del barrio y comprar un nuevo doble vinilo llamado ’The Wall’  fue uno de esos momentos clave. A partir de ahí esos sonidos e historias, tremendamente atractivas para un adolescente, me han acompañado siempre. Por eso Pink Floyd siempre serán importantes para mí.

Con los británicos ya fuera de la carretera, cuesta renunciar a su obra y es quizás ese el motivo de que los Pink Tones, una banda para los que los Floyd ya no tienen secretos, lleve ya más trece años en activo.
La expectación era grande y la afluencia masiva para contemplar uno de los espectáculos más fieles a sus shows, cuya combinación entre música e iluminación tuvo enorme importancia ya desde sus inicios psicodélicos a finales de los sesenta. Y  las casi tres horas de concierto el pasado 11 de marzo en el Teatro Cervantes creo que no defraudaron al más exigente seguidor de los ‘fab four’ del progresivo.
Álvaro Espinosa comanda la nave de tonos rosáceos con un desparpajo a la voz y, sobre todo, a la guitarra, que nos hace soñar que estamos ante el mismo Dave Gilmour. Tras los contundentes tambores, Toni Fernández gestiona los destinos de la formación con la misma seguridad que golpea sus parches. Y, casi oculto tras los teclados, Nacho Aparicio obtiene complejos ambientes, esas cortinas de sonido concebidas por Wright, con experimentada pericia. Junto a estos tres pilares fundamentales, Edu Jerez al bajo, Pipo Rodríguez alternando vientos y guitarras, Alberto Álvarez en teclados, bajo y percusión, y unas bellísimas Cristi López y  Suilma Aali a los coros completan el octeto.
Tras una corta intro instrumental los despertadores anunciaron el clásico  ‘Time’, y de inmediato llegó ‘Pigs (Three different ones)’ el único tema del ‘Animals’ en la noche. Yo esperaba escuchar más de ese disco algo maldito, pero al menos eligieron mi favorito. Tras ‘What do you want from me’ de su etapa Gilmour retrocedieron súbitamente al 68  para sumergirnos en dos clásicos psicodélicos: el ondulante y oriental ‘Set the controls for the heart of the sun’ y ‘A Saucerful of secrets’, con órganos eclesiásticos elevándonos a otra dimensión sonora.
Obligado el viaje a la cara oculta de la luna, con su cara B casi al completo, empezando por la siempre vigente ‘Money’, y las tres finales ‘Any Colour You Like’, con protagonismo de los sintetizadores, ‘Brain Damage’ y ‘Eclipse’. La emotiva ‘Mother’ y  ‘One of these days’, dieron paso a lo más representativo del sonido Floyd: ‘Shine on your crazy diamonds’. Increíble potencia sonora la de esta suite, complementada con  el fantástico círculo de luces que la banda estrenó en nuestra ciudad. Lograron emocionarme ante tamaña obra maestra. Concluyeron su paseo por el famoso disco del hombre quemado con una potentísima ‘Have a Cigar’ y el celebérrimo homónimo ‘Wish you were here’.
Solo una vez intervino Álvaro – para no romper la atmósfera con presentaciones innecesarias-, y fue para pedir silencio – algún sector del público molestó más de lo deseable - encaminado al disfrute máximo de otra gran suite del progresivo: ‘Echoes’. El sonido submarino, conseguido filtrando el piano por el Leslie del hammond la identifica al instante. Le aportaron personalidad, dando lugar a otro momento sublime de la noche.
Y reapareció con fuerza ‘The Wall’, obra cumbre del obsesivo Waters, con su atronador ‘In the flesh’  y la mini-suite ‘The thin ice/Another Brick 1/The Happiest/Another Brick 2 y 3’, asomando por el escenario el hinchable gigante del antipático profesor diseñado por Scarfe, agitándose al ritmo funk del tema más comercial de los británicos.
Para la apoteosis final reservaban otros dos platos fuertes del muro floydiano: la casi heavy ‘Run like hell’ y esa obra maestra que demuestra que una balada puede convertirse en el tema más potente que uno pueda imaginar: ‘Comfortably numb’, con un Álvaro Espinosa ya en éxtasis con su guitarra, dándolo todo en el solo final, finalizando un viaje en el que soñé despierto con una de las mejores bandas nacionales reinterpretando una música que ya es eterna.


sábado, 11 de marzo de 2017

Entrevista a Nacho Aparicio, teclista de Pink Tones

“Una filarmónica interpreta a Mozart, nosotros a Pink Floyd”

Pink Tones, una banda que interpreta a la perfección a Pink Floyd hoy en el Cervantes


Hace más de una década unos amigos decidieron unir sus talentos para interpretar la música de una de las bandas más míticas del rock: Pink Floyd. “Todo empezó en el 2003 con Álvaro Espinosa, nuestro guitarrista, a través de un anuncio en el que buscaba teclista. Me atrajo la idea de tocar la música de Pink Floyd, uno de mis grupos de referencia. Nos conocimos y a partir de ahí incorporé dos amigos de anteriores proyectos, Cefe Fernández al bajo y Toni Fernández a la batería. Justo las personalidades necesarias para construir este proyecto y hacerlo durar durante todos estos años”, nos cuenta Nacho Aparicio, el teclista de los Tones.

Comienzan tocando temas más conocidos, pero poco a poco amplían su repertorio hasta abarcar prácticamente toda la discografía de la banda. “Los primeros conciertos eran más cortos y con los hits esperados. Pero siempre nos ha gustado buscar cosas no tan populares. No podemos quitar las canciones que todos conocen, pero hemos llegado a introducir temas de ‘More’, ‘Obscured by Clouds’ o de ‘Ummagumma’ por ejemplo”, confiesa Nacho, el responsable de reproducir fielmente la complejidad de sonidos de Rick Wright, “En general la complicación de las partes de Wright es la búsqueda de sonidos, esas atmósferas que dominaba como nadie. Uno de los temas donde tiene más protagonismo es ‘Shine on you crazy diamond’: tiene atmósfera, mucho Moog, pianos funky, etc. Es el tema que mejor resume su legado y el que más tiempo ha requerido para hacerlo sonar”, comenta Aparicio, que reconoce disfrutar con otro de los temas más representativos de los Floyd “Me divierto mucho tocando ‘Echoes’. Me parece el tema con mayúsculas, no falta en los repertorios, y es una demostración de lo que se convertiría Pink Floyd en los siguientes discos.

En la web de la banda figura esta frase: "No nos sentimos un grupo tributo, y al igual que una filarmónica interpreta Mozart, nosotros interpretamos Pink Floyd”. Según Nacho “A algunos le parece ofensivo que se interpreten temas de otros artistas, pero solo ocurre con la música rock. Nadie lo objeta con la música clásica, ópera, ballet, teatro o incluso cine.

Pink Tones suenan fielmente a los Floyd de los 70 usando instrumentos actuales. “…usar la tecnología de esa época es complicado, habría que transportar decenas de teclados, sería imposible llevarlos al directo. Utilizamos instrumentos actuales con tecnología que permite emular esos sonidos”, desvela Nacho.

En su espectáculo no olvidan la parte visual, complicada y costosa pero, según el teclista, necesaria: “No miramos si merece la pena, intentamos presentar un espectáculo digno y que llegue al público. Lo visual era muy importante en los espectáculos de Pink Floyd, y lo es también para nosotros.
Por último, preguntamos a Nacho si el próximo sábado sonarán esos clásicos que todos esperan. “No pueden faltar nunca los ‘Money’, ‘Another brick in the wall’, ‘Comfortably Numb’, ‘Shine…’  pero no hay que olvidar los temas menos conocidos que van a hacer a los fans recordar momentos muy bonitos.

En esta gira que pasa por Almería los Pink Tones prestarán especial atención al disco 'Animals', una obra conocida y valorada solo por los más entusiastas de la banda. ”Es un disco muy de fans, no tan conocido para el resto. Disco difícil, transición entre dos joyas como ‘Wish you were here y The Wall. Pocos temas, extensos, que no llegan fácilmente al público y supuso el inicio del liderazgo completo de Roger Waters. Queríamos volcarnos en este disco, intenso, directo y con momentos únicos que no hay en otros de Pink Floyd”.


sábado, 4 de marzo de 2017

Brad Mehldau: respirando música

El pasado 28 de febrero el trío del revolucionario pianista Brad Mehldau realizó un impresionante concierto que pasará a la historia cultural de nuestra ciudad.

A veces el silencio es muy ruidoso. Cuando toco trato de escuchar al público. No se merece menos’, dice Brad Mehldau en las notas incluidas en su disco ‘10 Years Solo Live’. Y yo allí, sentado a escasos tres metros de él, pensaba a ratos en esa frase y, aunque me concentraba en escuchar, también me preocupaba el que posiblemente yo, junto a las otras 164 almas que me acompañaban, representábamos ese ruido silencioso, esa energía muda de la que parece alimentarse noche tras noche, en cada auditorio, en cada teatro. En Clasijazz, en esta ocasión.
Cuenta Pablo Mazuecos  que llevaba más de ocho años tras su ídolo, soñando con esas dos horas que pasaron a una velocidad más vertiginosa que los dedos del propio pianista. Arduas gestiones, negociaciones a alto nivel y sobre todo mucha tenacidad hicieron posible su sueño.
Allí estaba un renovador del lenguaje jazzístico en las dos últimas décadas, sucesor de Kelly, Evans, Monk o Jarrett, aunando con una maestría rayana en lo cósmico músicas tan dispares como lo experimental de Radiohead, el pop beatlemano – su amor por las melodías de McCartney es indudable – con la tradición jazzística, dosis de blues y sin olvidarnos de influencias clásicas como Bach o Brahms.
De negro, delgado, etéreo y con mirada inquietante, apareció como de la nada, con sus compañeros de mil batallas Larry Grenadier y Jeff Ballard, dirigiéndose hacia el Steinway. Se sentó en la extrañamente baja banqueta, adoptó su pose característica de cabeza medio ladeada y sus manos comenzaron a acariciar el teclado. El viaje estaba a punto de comenzar.
La inicial ‘Gentle John’ era un funk suave y parecía estar pensada para ir introduciéndonos poco a poco en su universo. Con ‘Strange gift’ comenzó su recital de mano izquierda, con la que literalmente nos hipnotizó con arpegios imposibles, mientras desarrollaba una bellísima melodía  con la diestra - por momentos me recordaba a Falla - secundado por Grenadier. Personalmente opino que Brad, a nivel mental, tiene una sola mano con diez dedos, y una mente capaz de dominar el movimiento de cada uno de ellos a su antojo. No le encuentro otra explicación.
A esas alturas ya nos habíamos zambullido en su mundo lleno de sutilezas, extremada sensibilidad y de juegos con la dinámica que nos conducen a todos a compartir con él y su banda los clímax más absolutos. Un tema de Ballard sin bautizar nos introdujo en toda una vorágine rítmica, donde los tres músicos parecieron fundirse en uno.
Como todo amante de la buena música, Brad explora los tesoros de Brasil, y nos regaló su versión del ‘Valsa Brasileira’ de Buarque y Lobo, pero mentiría si dijese que no sentí una emoción especial cuando sonaron los primeros compases de ‘And I Love Her’. Creo que nadie como Brad explora tan inteligentemente las melodías de Macca y esta no fue excepción. Con otros dos temas propios y también sin nombre, el concierto tocaba a su fin. Nuevamente la izquierda del pianista parecía independizarse de su dueño, manteniendo un electrónico arpegio mientras hacía diabluras con su otra mano. Con la balada final nos hizo viajar desde el mejor Bill Evans a momentos de piano solo cercanos a Debussy.
Nunca sabremos si fue el calor del público lo que hizo que cayesen tres bises: ‘West coast blues’ de Montgomery, con solo de Jeff  incluido, un envolvente ‘River man’ y de postre ‘It Might As Well Be Spring’, el standard con el que comenzaba primer disco como solista, hace más de veinte años.
Tras los últimos saludos y retirándose tan felino y silencioso como llegó, todo eran miradas cómplices entre la gran familia que formamos los habituales de Clasijazz. No necesitábamos hablar y parecíamos levitar unos centímetros sobre el suelo de la sala, manteniendo la respiración, asimilando el vendaval de música que acababa de golpearnos en lo más hondo de nuestras almas. Durante la vuelta a casa no dejaba de pensar en la paradoja de esta pequeña ciudad en la que la atención de la mayoría se focaliza en un ruinoso equipo de futbol que solo depara disgustos y no aprecia como su valor cultural progresa día a día. Será cuestión de seguir haciendo ruidoso silencio hasta que nos escuchen.