martes, 27 de febrero de 2018

De Kansas a Oregón

Unos mil quinientos kilómetros separan a Kansas de Oregón. Dos estados del actual reino de Trump. Uno situado en esa América profunda tan bien reflejada por los Cohen en el cine, esa que a veces nos inquieta aún más que nuestras propias miserias nacionales. El otro en la costa del Pacífico.
Son muchas las bandas norteamericanas que, demostrando esa normalidad en el patriotismo de la que nosotros carecemos, adoptan como nombre el de su estado de procedencia. Y es el caso que nos ocupa, porque de estos estados nacieron dos propuestas musicales muy diferentes entre sí. O quizás no tanto.

No hace mucho sonaron en La Taberna los de la banda de Topeka, aquellos que conquistaron el mundo con su sencillo "Dust in the Wind". Pero Kansas son mucho más que ‘polvo en el viento’. Son una banda que desde su primer disco, allá por 1974, dejaron claro que lo suyo era hacer rock progresivo clásico, como sus entonces admirados Genesis o Yes. Pero, eso sí, con un toque americano. Y tanto se notaba que alguien dijo de ellos que eran una perfecta mezcla entre King Crimson y los Allman Brothers. Desde su debut, hasta su reciente "The prelude implicit", no han dejado de ofrecer música de calidad, aunque mi corazoncito está con sus primeros discos, sobre todo su homónimo debut. 'Lonely Wind' es una balada que nada tiene que envidiar a su ventoso hit posterior, y mini suites como 'Journey from Mariabronn', 'Aperçu' o 'Death of mother nature suite' confirmaban el potencial de lo que estaba por llegar.

Los Oregon, sin embargo, caminan por la senda de la improvisación y de ahí que hayan sonado en mi taberna jazzística. De inicios tan acústicos como experimentales, dejaban claro su procedencia del Paul Winter Consort, mítica formación que pudimos disfrutar en el Cervantes en aquel recordado festival de música New Age del noventa y dos. Alguna de sus canciones grabadas en Almería incluso se editaron en su siguiente directo, ‘Spanish Angel’. Pero esa es otra historia, que contaré más adelante. Volviendo a Oregon, mezclan sabiamente el jazz con la música de cámara, aderezando todo con diversos sonidos étnicos, primando lo oriental. Cierto es que a partir de los ochenta añaden la electrónica, pero con mesura y elegancia, hecho bastante sorprendente en esa década. No tengáis prisa al escucharlos, hay que dejarse llevar. Es música para poner en ella los cinco sentidos e incluso alguno más. Oregon (ECM 1983) - con  la envolvente ‘The Rapids’, o la relajante ‘Taos’ – y  Crossing (ECM 1984) – con la deliciosa ‘Pepe Linque’ o la misteriosa ‘Alpenbridge’ -  fueron mis primeros vinilos de la banda y siempre ocuparán un lugar de privilegio en mi discoteca.
Kansas y Oregón para mí son dos estados mentales, dos estados muy musicales.


sábado, 24 de febrero de 2018

Italia en clave de Dalma

Un abarrotado Auditorio de El Ejido disfrutó el pasado domingo con una exquisita selección de la mejor música melódica italiana interpretada por Sergio Dalma.

 En la música ligera uno tiene más fobias que filias. De los 70 y 80 me quedo con Perales, pero si alguien me llamó la atención en los noventa fue ese catalán que logró escapar del habitual ridículo eurovisivo dejándonos en buen lugar, un digno cuarto puesto con aquel original de Seijas y Gómez Escolar llamado "Bailar pegados". Hizo menos daño a su carrera que haber ganado y así Sergio Dalma, tras ese estallido de fama ha conseguido mantener el tipo sin caer en el ridículo ni, más importante para un artista, en el olvido. Pero su carrera no había vuelto a brillar tanto hasta que encaró el proyecto, transformado en trilogía, de recrear las canciones más representativas de la música melódica italiana. Su voz, con la aspereza justa, era ideal para poner al día unas canciones que ya son eternas. En el 2011 disfruté de la presentación del primer "Via Dalma" y no dudé un momento en acudir a la puesta en escena del tercero en el Auditorio de El Ejido. Vayamos al concierto. Un viejo aparato de radio de válvulas en un lateral del escenario acompañó a ese familiar soniquete recorriendo un dial plagado de voces en italiano. Sonido de onda media y una oscuridad en la que se intuían movimientos de la banda colocándose en sus marcas. Una voz a lo lejos comenzó a cantar el clásico de Lucio Dalla "Toda la vida" para, segundos después, mutar a un sonido nítido y en su justo volumen y toda una explosión de elegante iluminación. La cosa empezaba bien. Una banda bien engrasada lleva tiempo dando soporte al de Sabadell, con la incorporación de la estupenda Alicia Araque en coros y percusión y Javi Arpa en guitarras. Su vieja guardia la componen el batería Cristian Constantini, el guitarrista Jorge D´amico, el bajista José Vera y Miguel Ángel Collado como director musical y teclista, cohesionándolo todo. El país transalpino protagonizó el primer bloque con temas como "Necesito un amigo" de Venditti, "Solo Tu" de los Matia Bazar y la preciosa "Mía" de Cotugno, ganándose al público de inmediato. Sergio se desvive por sus fans. Durante el transcurrir de las canciones no duda un segundo en posar para un "selfie" tras otro. Parece disfrutar de lo que hace. De sorpresa me cogió el acelerado arreglo del "Te amo" de Tozzi, consiguiendo levantar al publico con un tema pensado para suaves retozos en la oscuridad. Continuó desgranando sus tres "vías" con clásicos como "El mundo", "Bella sin alma" de Cocciante y otra nueva explosión de energía con "Tu", el segundo Tozzi de la noche. Momento íntimo, en emotivo dúo con Alicia, para esa gran balada de Baglioni que es "Sábado por la tarde", sonidos sesenteros en su versión del clásico de Donaggio "Yo que no vivo sin ti" y swing en el “Volare” de Modugno. De Cotugno, al que conoció en sus inicios, hizo doblete con "Amores", empleando temas menores - "Sera porque te amo" o "Yo no te pido la luna" -, como transición hacia su repertorio propio, la parte más pop del recital. "Esa chica es mía" - en una bonita versión acústica -, su gran hit "Bailar pegados" - nuevo arreglo armónicamente mejorado- , "A buena hora", "Tu y yo", "Recuerdo crónico", "La buena suerte" o "La vida empieza hoy" hicieron disfrutar a sus fans más fieles. Como guinda otro clásico de Tozzi, “Gloria”, y no se hizo rogar para los bises, encabezados por "Morir de amores", enlazando con el single "Ese amor no se toca" y la apoteosis final con su segundo gran clásico, "Galilea". Resumiendo, un concierto divertido de factura técnica impecable, estratégicamente planificado para no aburrir un solo segundo, con un carismático Dalma llenando el escenario pero cediendo protagonismo a todo su equipo, a los que presentó uno por uno, sacando a saludar hasta a sus técnicos de iluminación y sonido. Durante esas dos horas me vino a la cabeza un comentario de mi buen amigo Ivan Navas, de "Casino Boogie", devoto fan de esos míticos "The Faces" de un tal Rod Stewart: Si Dalma se hubiese decantado por el rock, hoy en día estaríamos hablando de uno de los mejores del género. Razón no le falta.
 Ramón García es pianista, compositor y arreglista de Almería. Más en ramongarciamusic.blogspot.com

martes, 20 de febrero de 2018

Italia y yo


La música en las tabernas – o lo que es lo mismo, en directo - es algo que periódicamente intentan eliminar, pero que siempre resurge. Porque la música es alimento para el alma, tanto como las tapas de nuestra Almería lo son para el cuerpo. Pero mis particulares tabernas están instaladas en las ondas de radio, donde cada semana doy rienda suelta a mis inquietudes musicales. Desde esta semana también tendrán un reflejo escrito, como resumen de lo que en la radio aconteció. Y en el último programa, como preludio a la visita a El Ejido de uno de los mejores cantantes de nuestro país, Sergio Dalma, nos ocupamos de la eterna música melódica italiana.
Lejos quedan ya para los de mi generación los guateques caseros donde se alternaban los temas del pop o rock de turno con aquellas baladas cantadas por roncas gargantas con acento italiano, originarias todas de nuestro vecino país con forma de bota.
Eran los momentos en que cualquier adolescente, con las necesidades propias de la edad, buscaba rápidamente con la mirada a su correspondiente musa, esa jovencita con la que soñabas a diario observándola a hurtadillas desde tu pupitre, mientas aspirabas olor a tiza y a pegamento Imedio. Y así, mientras Richard Cocciante le cantaba a “Margherita” o a esa mujer “Bella sin alma”, tú intentabas acortar los centímetros que te separaban de tu pareja de baile, e incluso te conformabas con que te diese calabazas porque así, al menos, te daba algo. Soñabas con recorrer caminos junto a ella, mientras Fausto Leali te ponía el vello de punta con aquel “Yo caminaré” que le pidió prestado al gran Tozzi. Y no eras consciente, atrapado por la dulzura de la voz de Sandro Giacobbe, del tremendo mensaje machista que se escondía tras su “Jardín prohibido”, una canción que si hubiese sido compuesta hoy en día no pasaría el filtro de las feministas, pero que en su momento derretía a las adolescentes de media España. Y si ya el disk-jockey pretendía que entrásemos en éxtasis, se deslizaba de las voces rotas a las dulces, y los Matia Bazar entonaban el “Solo tu” o los Collage nos susurraban al oído aquello de  “Poco a poco me enamoré de ti, poco a poco tu cuerpo aprendí”. Un escalofrío nos sobrevenía, porque a esa edad poco sabíamos de otros cuerpos que no fueran el propio.
Pero si hay una composición que me sigue estremeciendo, por mucho que pasen los años, es aquel “Te amo” del gran Umberto, un espeluznante crescendo en cuatro sencillos acordes que, si tuviésemos que explicárselo a un ser de otro planeta, podría ser la definición perfecta del acto sexual.
Desde luego si algo tengo claro es que en cuestión de romanticismo todas las melodías nos llevan a Italia.